Debido a la falta de fondos, el proyecto de un equipo británico para construir un automóvil que alcanzara las 1,000 millas por hora (1,609 kilómetros por hora) recientemente había sido cancelado.
El vehículo supersónico Bloodhound (SSC) se puso a la venta a un precio inicial de $319,000 dólares, según una crónica de la BBC. Pero tanto el carro como los otros activos de la firma han sido comprados por un empresario británico, una operación que permite albergar esperanzas sobre el futuro del proyecto.
El equipo se había propuesto batir el vigente récord mundial de velocidad para un automóvil, que actualmente se ubica en 763 mph (1,228 kph). Para tal efecto, la máquina fue sometida a pruebas previas, durante las cuales su tablero registró en el tablero aproximadamente 210 mph (338 kph).
El colectivo ya había seleccionado una ubicación para quebrar la marca: la explanada de arena y sal Hakskeen Pan, un lago seco que es parte del desierto del Kalahari, en la zona noroeste de Sudáfrica. Pero el equipo se quedó sin dinero y se fue a la administración de bancarrota.
Uno de sus responsables había planeado vender el auto y otros activos de Bloodhound poco a poco, pero todo fue comprado como un paquete por Ian Warhurst, un ingeniero mecánico de formación, que ha operado negocios relacionados a su rubro.
«Me sentí abrumado por el nivel de interés y los mensajes de buena voluntad luego de las noticias de que compré el Bloodhound. Está claro cuánto significa este proyecto, que es británico y único para las personas en todo el mundo”, señaló.
Según planteó el nuevo propietario del vehículo en un comunicado de prensa, «mi familia y yo hemos sido admiradores también de esta iniciativa durante muchos años, y estoy encantado de haber podido salvaguardar el negocio y los activos».
Poner a funcionar el Bloodhound SSC costará millones de dólares, dijo a la BBC Andy Green, el conductor del auto. Gracias a su experiencia como piloto en la Royal Air Force del Reino Unido estableció el récord mundial actual de velocidad en 1997 en Thrust SSC.
El hoy retirado operador aéreo esperaba no solo batir su propia marca, sino convertirse en el primer piloto en ir a 1,000 mph a bordo de un auto.
Para cumplir con el objetivo, el Bloodhound SSC requería una inusual cantidad de caballos de fuerza. El auto usó el motor Rolls-Royce Eurojet EJ200 de un caza Eurofighter Typhoon, así como tres propulsores de cohete Nucleus, elaborados por la firma especializada de defensa Nammo. En conjunto, el paquete consiguió un estimado de 135,000 caballos de fuerza.
El equipo tras el Bloodhound planeaba realizar los primeros ensayos a entre 500 y 600 mph (805 y 966 kph) en las semiáridas planicies de Hakskeenpan a finales de 2019, época en que las temperaturas tienden a moderarse.
Según informes de la BBC, el gobierno sudafricano había comenzado a preparar el lugar. Si las cosas hubiesen salido según lo planeado, las primeras carreras a toda velocidad se habrían realizado en 2020 o 2021.
El proyecto Bloodhound se hizo muy popular entre los aficionados a la velocidad y fue apoyado por compañías como Jaguar Land Rover, Rolls-Royce (la firma de aviación, no la compañía de automóviles), Geely y Rolex. Pero los organizadores simplemente no pudieron recaudar suficiente dinero para mantener a flote la inicitiva, por lo que debieron clamar por recursos frescos, ante lo cual intervino el citado Warhurst.
En cualquier caso, otro equipo está intentando romper el récord mundial de velocidad en tierra. El australiano Aussie Invader está desarrollando un automóvil propulsado por cohete llamado 5R, que presumirá de unos 200,000 caballos de fuerza.
Al igual como ocurrió con la escudería británica, el aventurero no ha terminado de construir su automóvil y todavía está buscando financiamiento. Entre otros incentivos, el equipo incluso está ofreciendo a las personas que donan al proyecto la oportunidad de tener su foto pegada en la carrocería del bólido.