Quienes cumplen con las pautas de distanciamiento social, entregadas por las autoridades para prevenir el COVID-19, gozan de una mejor capacidad en su memoria de trabajo.
Así se desprende del estudio dado a conocer el 10 de julio en la revista de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos (Proceedings of the National Academy of Sciences, PNAS por sus siglas en inglés).
La memoria de trabajo —u operativa— es un indicador de inteligencia. Es el conjunto de procesos que nos permite guardar y procesar información en un corto lapso para realizar tareas cognitivas como: comprensión lectora, tomar decisiones y desarrollar habilidades matemáticas.
WeiWei Zhang, profesor asociado de psicología de la Universidad de California, sugiere que quienes formulen políticas públicas “deberán considerar las habilidades cognitivas generales de las personas antes de promover comportamientos obligatorios, como usar mascarilla o cumplir con el distanciamiento físico».
Los autores de la investigación estiman que el fracaso en el cumplimiento de la distancia social puede asociarse a que los infractores de la norma sufren de una limitación en su capacidad mental.
Afirman que las personas con más memoria de trabajo tienen una mayor conciencia de los beneficios del distanciamiento social versus los costos que ello significa.
El estudio se realizó en marzo y en él participaron 850 personas, quienes completaron cuestionarios sobre demografía y prácticas de distanciamiento social. Además, respondieron pruebas de personalidad y capacidad cognitiva.
Es tan fuerte la correlación entre memoria de trabajo y comportamiento ante el distanciamiento social, que es posible predecir quién respetará esta norma, más allá de su educación, estado de ánimo, personalidad y nivel de ingresos.
Curiosamente, la investigación destaca que el distanciamiento social sigue siendo una decisión que implica esfuerzo y que involucra la memoria de trabajo de los individuos, muy distinto a un hábito social que no depende de la inteligencia.
Los investigadores aclaran que su objetivo no era avergonzar a las personas, sino facilitar estrategias para mejorar su cumplimiento.
WeiWei Zhang sugiere que las campañas públicas de salud debieran ser “sucintas, concisas y breves” para evitar sobrecarga de información.
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