El incidente protagonizado por el cohete chino Long March 5, que hizo su reingreso sin control en la atmósfera terrestre a comienzos de mes, abrió el debate sobre la cantidad de basura que regresa desde el espacio.
El problema principal es el destino de estos desechos, que en su mayoría terminan en el fondo del océano, tal como ocurrió con el cohete chino que cayó en el mar cerca de las Maldivas.
Se supone que los encargados de planificar las misiones buscan regiones específicas, como la zona deshabitada del océano Pacífico Sur, cerca de Point Nemo, considerado uno de los polos de inaccesibilidad de la Tierra.
Es el punto más alejado en cualquier dirección del planeta. De acuerdo con la Agencia Espacial Europea (AEE), más de 260 naves espaciales han caído en esa zona desde 1971, cifra que incrementa cada año.
El Punto Nemo es conocido como el “cementerio de las naves espaciales”, pero según los investigadores no sería el único. Recientemente se han identificado varias de estas zonas.
“¿Punto Nemo? Está más o menos ahí, pero es como cualquier lugar del Pacífico Sur entre Nueva Zelanda y Chile”, afirma Jonathan McDowell, especialista del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian de Estados Unidos.
Los científicos están preocupados del daño que puedan ocasionar estos restos de naves en el fondo del océano.
“Algunos combustibles de las naves espaciales son tóxicos: la hidracina, por ejemplo. Hay metales como el berilio y el magnesio en aleación, pero el berilio es bastante desagradable en cualquier caso”, explica Alice Gorman, profesora de la Universidad de Flinders, en Adelaida, Australia.
“El agua salada puede corroer las cosas fácilmente, pero tenemos un millón de naufragios en todo el mundo y los naufragios generalmente se convierten en hábitats. Y la prioridad debería ser realmente lo que está en órbita. Ese es el mayor riesgo”.