En 2018, la ciudad rusa de Kaliningrado alcanzó cierto nivel de reconocimiento por ser una de las sedes de la Copa del Mundo de la FIFA que se llevó a cabo en ese país.
Se instaló un Fan Fest incluso, cerca de su plaza. Los miles de aficionados que llegaron con motivo del Mundial descubrieron con sorpresa uno de los símbolos más representativos de esta localidad.
No se trata de una estatua dedicada a un héroe soviético, tampoco de un imponente monumento; una de las cosas que más caracteriza a esta ciudad es un añoso edificio que tiene la forma de la cabeza de un robot gigante.
La Casa de los Soviéticos tiene 21 pisos y nunca fue ocupado. Quedó inconcluso, de hecho, en 1985 cuando se agotaron los fondos.
Desde ahí ha sabido sólo de malas noticias, porque posteriormente fue evaluado como estructuralmente defectuoso, lo cual lo condenó al abandono.
Sus balcones que se asoman le confieren a su frontis un aspecto robótico, una suerte de vigía para esta ciudad. Quienes pasan de cerca y lo observan los han bautizado como “El robot enterrado”.
Sin embargo, este héroe caído en desgracia parece vivir sus últimos días. Anton Alikhanov, el gobernador regional, anunció que a principios del próximo año este edificio-robot será demolido, aunque no se han entregado los motivos del por qué se llevará a cabo esta decisión.
Lo que sí sabemos es que la noticia ha causado tanto revuelo que algunos funcionarios de la administración han propuesto destinar parte de los escombros del gigante robótico como recuerdos, como una forma de llevarse a casa un trozo de este imponente vecino que acompañó a la ciudad durante décadas.