Un estudio internacional descubrió que cuando dos agujeros negros se fusionan, la formación resultante emite varios “chirridos” que, por sus frecuencias, permiten detectar la forma final del agujero resultante.
La investigación fue publicada en la revista Communications Physics y, de acuerdo con sus autores, es un gran paso para poner a prueba la Teoría de la Gravedad de Albert Einstein.
Los agujeros negros son entidades estelares silenciosas y que se tragan cualquier elemento que se acerque demasiado a ellos. Sin embargo, cuando dos agujeros negros chocan y se fusionan, producen uno de los eventos más catastróficos del Universo: en una fracción de segundo, nace un agujero negro altamente deformado y que libera enormes cantidades de energía a medida que se asienta en su forma final.
Aunque los agujeros negros en colisión no producen luz, los astrónomos pueden observar las ondas gravitacionales que rebotan en ellos y los vertiginosos cambios que experimentan.
Así lo hicieron científicos españoles, australianos y estadounidenses, quienes realizaron simulaciones de colisiones de agujeros negros usando supercomputadoras. Luego compararon la forma rápidamente cambiante del agujero negro remanente con las ondas gravitacionales que emite.
“Descubrimos que estas señales son mucho más ricas y complejas de lo que se pensaba, lo que nos permite aprender más sobre la forma enormemente cambiante del agujero negro final”, señala Christopher Evans del Instituto de Tecnología de Georgia, Estados Unidos.
Las ondas gravitacionales de los agujeros negros en colisión son señales muy simples conocidas como “chirridos”.
A medida que los dos agujeros negros se acercan, emiten una señal de frecuencia y amplitud crecientes que indica su velocidad y radio de órbita.
Según el profesor Juan Calderón Bustillo, del Instituto Gallego de Física de Altas Energías, “el tono y la amplitud de la señal aumentan a medida que los dos agujeros negros se acercan cada vez más rápido. Después de la colisión, el último agujero negro remanente emite una señal con un tono constante y una amplitud decreciente, como el sonido de una campana al sonar. Este principio es consistente con todas las observaciones de ondas gravitacionales realizadas hasta ahora”.
Sin embargo, el estudio descubrió que sucede algo completamente diferente si la colisión se observa desde el ‘ecuador’ del agujero negro final.
“Cuando observamos los agujeros negros desde su ecuador, descubrimos que el agujero final emite una señal más compleja, con un tono que sube y baja unas cuantas veces antes de morir. En otras palabras, el agujero negro emite varias veces el chirrido”, concluye Calderón Bustillo.