La variante Delta del SARS-CoV-2 de nuevo tiene en alerta a las autoridades sanitarias de China, sin embargo, lo que se vivió el viernes 12 de noviembre en la ciudad de Shangrao, en la provincia suroriental de Jiangxi, es digno de la falta de sentido común.
Resulta que un gran edificio residencial sufrió un brote de COVID-19 y los inspectores de salud determinaron que debían desinfectar la comunidad.
En este sitio vive una señora de apellido Fu, a la que se le prometió que durante su cuarentena no le harían nada a su pequeño perro corgi que la acompañaba. Sin embargo, como un símbolo macabro de la severidad del régimen chino, se viralizaron imágenes y la historia en la red social Weibo, donde se muestra a las autoridades sanitarias acorralar al animal doméstico y dispuestos a pegarle y echarlo a una bolsa de plástico amarilla.
“¿Dijo el líder que tenemos que resolverlo aquí mismo en el acto?”, se puede escuchar a uno de ellos preguntar. “Sí”, responde el otro, mientras procede a mover una mesa debajo de la cual se escondía el corgi para luego golpear al animal en la cabeza con la palanca. El perro gime y corre fuera de cámara a otra habitación.
La muerte del perro provocó protestas masivas en la población china, que por estos días vive con 1,300 casos de la variante Delta en todo el territorio.
En un comunicado a última hora del sábado 13 de noviembre, el Gobierno local del distrito de Xinzhou, donde se encuentra el complejo, confirmó que el perro fue asesinado como parte de la necesidad de “desinfectar a fondo”las casas de la comunidad.
La señora Fu alcanzó a escribir un posteo en Weibo, que luego fue borrado: