Que el ibuprofeno podía agravar los síntomas del COVID-19, incluso aumentando la mortalidad, fue uno de los primeros mitos que surgió a la par con la expansión de la pandemia. ¿Pero cuál fue el origen de este extendido mito? Dos investigadores españoles decidieron trazar la ruta de esta desinformación digital.
Sergi Xaudiera y Ana Sofía Cardenal, académicos de la Universidad Oberta de Catalunya, estudiaron el alcance digital de esta información no verificada que fue profusamente propagada a través de Twitter en Alemania, Francia, España, Países Bajos e Italia, y posteriormente el resto del mundo.
Los resultados del estudio muestran que la desinformación tiene un gran impacto cuando fuentes creíbles participan en su propagación. Además, destaca el rol de los canales locales en la difusión o desactivación de las cadenas de desinformación.
La investigación, publicada en la revista Harvard Kennedy School (HKS) Misinformation Review, forma parte de la tesis doctoral de Xaudiera, en la que estudia casos de desinformación en situaciones de emergencia.
«(En emergencias) la mayoría de las campañas de desinformación fueron instigadas por voces no expertas o medios partidistas. Sin embargo, este caso destaca porque las noticias falsas fueron repetidas por representantes políticos y medios de comunicación respetables», explicó el investigador.
Un audio amplificado por un tuit
En marzo de 2019, durante los primeros días de la pandemia en Europa, un tuit del ministro de Salud francés, Olivier Verán, aconsejó a las personas no tomar ibuprofeno, un antiinflamatorio con propiedades analgésicas y antipiréticas. Sin evidencia científicamente, incluso advirtió que tomarlo aumentaría la mortalidad por COVID-19.
Los investigadores rastrearon el origen de la historia hasta dar con un mensaje de voz de WhatsApp surgido en Alemania.
Siguiendo la huella digital en la red de micromensajería también analizaron cómo, a lo largo de dos semanas en marzo de 2020, la historia se extendió desde su país de origen a usuarios de Holanda, Francia, España e Italia.
Analizaron el papel jugado por fuentes creíbles, como representantes políticos y medios de comunicación, que dieron mayor protagonismo a la desinformación.
La importancia de las fuentes oficiales en estos asuntos se puede ver en las diferencias en cómo se difundió la información entre Francia y Alemania, aseguran los investigadores.
«Aunque el mensaje se originó en Alemania, nadie se lo tomó en serio. El mensaje de voz se reenvió a diferentes usuarios pero, como no fue posible identificar quién lo grabó, perdió credibilidad y el tono general de los comentarios fue básicamente para desacreditarlo o hacer bromas», destacó el autor del proyecto de investigación.
El soporte medial
En Francia, donde el mensaje fue patrocinado por una fuente creíble, tuvo el mayor impacto de todos los países estudiados y los comentarios que refutaban la información fueron prácticamente inexistentes.
El proyecto también mostró cómo otras fuentes confiables, como los medios de comunicación, reproducían el tuit del ministro sin verificar los hechos, lo que ayudó a llevar la información a mayores segmentos de la población.
«La desinformación respaldada por fuentes confiables es particularmente peligrosa porque su propia credibilidad induce a las personas a aceptar las recomendaciones, sin dudar o cuestionar la información en la que se basan», continuó el investigador.
En España e Italia, los medios y los periodistas fueron los primeros en desacreditar la desinformación, citando declaraciones posteriores del ministro francés para refutarla.
El 18 de marzo apareció una segunda oleada del rumor, pero fue rápidamente rechazada por los usuarios. A pesar de ello, la noticia resurgió en Italia y se difundió rápidamente entre el 20 y el 23 de marzo.
Los investigadores también encontraron que aunque agencias como la Organización Mundial de la Salud y la Agencia Europea de Medicamentos descreditaron esta información, esta siguió circulando.
Papel activo de las redes sociales
El papel de las redes sociales se vuelve particularmente complejo. Plataformas como Facebook, Twitter o WhatsApp han comenzado a adoptar una serie de medidas para evitar la difusión de noticias falsas, aunque muchas de éstas no estaban disponibles cuando surgió el rumor del ibuprofeno.
«Las plataformas sociales (en este caso Twitter) pueden y deben hacer más para evitar que la información falsa circule en sus ecosistemas. Esto es particularmente crítico en casos como el que estudiamos, ya que son canales verificados y creíbles que están difundiendo información incorrecta en la plataforma», subrayó el investigador.
Los investigadores recomiendan a las personas seguir las fuentes oficiales y analizar la información de manera crítica, verificándola en múltiples fuentes con distintos orígenes geográficamente separados, si es posible.