Una publicación científica presentada este jueves en la revista especializada Cell Stem Cell, muestra un trabajo que está en los límites de la bioética, ya que por primera vez se creó un órgano humano dentro de un animal, más precisamente un riñón de un hombre en un cerdo.
La proeza científica fue realizada por un equipo de científicos chinos y el médico español Miguel Ángel Esteban en el Instituto de Biomedicina y Salud de Guangzhou.
La hazaña fue la reprogramación de células humanas adultas hasta recuperar su capacidad de formar cualquier órgano o tejido del cuerpo. El equipo ha introducido esas células humanas pluripotentes en embriones de cerdo de pocos días, modificados genéticamente antes para que no desarrollen riñones porcinos.
«Las células humanas han ocupado ese nicho vacío y han generado un riñón rudimentario, una fase intermedia del sistema renal llamada mesonefros. Estos embriones de cerdo-humano fueron gestados en cerdas hasta los 28 días, aproximadamente una cuarta parte del tiempo de preñez de la especie», sostiene una publicación de diario El País de España.
Miguel Ángel Esteban comentó las implicancias de su trabajo:
“La cuestión es si es éticamente correcto dejar que nazcan cerdos con riñones humanizados maduros. Todo dependerá del grado de contribución [de las células humanas] en otros tejidos del cerdo. Muy pocas células humanas se dispersaron por el cerebro y la médula espinal de los embriones porcinos. Para eliminar cualquier tipo de problema ético, estamos modificando más las células humanas, de manera que no puedan, de ningún modo, ir al sistema nervioso central del cerdo”, afirma el médico español.
Por su lado, el nefrólogo Rafael Matesanz, fundador y exdirector de la Organización Nacional de Trasplantes español comentó los riesgos de lo realizado por Esteban y los chinos.
“El gran riesgo es que las células se te vayan al sistema nervioso central y te produzcan un cerdo-hombre. O que se vayan al sistema reproductor y lo mismo”, alerta. “Hay una clara derivación de todos estos experimentos hacia China, que tiene una legislación mucho más laxa que la española o la estadounidense”, opina Matesanz en El País.