El biólogo singapurense Linfa Wang es uno de los mayores especialistas a nivel mundial sobre virus emergentes. Pero ahora se ha puesto un desafío mayor: trazar el origen del SARS-CoV-2, el virus que ha provocado la pandemia del COVID-19, según reveló la revista Science.
El trabajo de Wang, que se desempeña como director del Programa de Enfermedades Infecciosas Emergentes de la Universidad Nacional de Singapur de Duke, ha estado marcado por los murciélagos, sindicados hasta ahora como los responsables de la transmisión del virus hacia los humanos.
Wang ha argumentado durante décadas que estos animales tienen características en su ADN que los transforma en reservorios, es decir, son capaces de albergar virus que representan grandes peligros para los humanos.
Wang es lo que se podría definir como un cazamurciélagos.
En 1994, ayudó a secuenciar el virus Hendra, que mató a caballos y a un entrenador en Brisbane y que resultó ser transmitido por murciélagos. Posteriormente, trabajó con el virus Nipah, que también tiene sus orígenes en estos mamíferos voladores.
En 2003, participó en una misión de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para investigar en China los orígenes del virus del síndrome respiratorio agudo severo (SARS). Wang presentía que su origen estaba en los murciélagos y así lo demostró.
Rastreando el origen del COVID-19
Durante los primeros meses de la pandemia, Wang comenzó a desarrollar una prueba para detectar anticuerpos contra el SARS-CoV-2 en muestras de sangre, un indicador de una infección previa.
La evidencia disponible sugiere que el virus se originó en los murciélagos. Sin embargo, la herramienta que está desarrollando Wang podría ayudar a descubrir con precisión cómo, cuándo y dónde se originó.
El trabajo lo obligará a examinar a miles de animales y humanos para detectar signos de una infección previa.
El investigador desarrolló una prueba que supera las dificultades que suponen los ensayos de neutralización de virus -denominado el «estándar de oro»- o inmunoabsorbente ligado a enzimas (Elisa).
La neutralización lo obligaría a usar virus vivos, un proceso lento, costoso y que se debe ejecutar en un laboratorio de bioseguridad de alto nivel. El test Elisa es más fácil de manipular, pero exige una versión para cada especie: murciélagos, perros mapache, gatos de algalia o pangolines.
La prueba de Wang, publicada en julio de 2020 en la revista Nature Biotechnology, reemplaza las células humanas y el virus vivo SARS-CoV-2 con proteínas humanas y virales. Esto elimina la necesidad de un laboratorio de alta seguridad.
Según Science, la prueba funciona en una variedad de especies casi tan bien como el «estándar de oro». Ya ha sido aplicada exitosamente en gatos, perros y hámsteres infectados.
Wang espera utilizarla en animales y humanos en el sudeste asiático para identificar «huéspedes intermedios», que pueden haber contraído el virus de los murciélagos y transmitirlo a las personas, y saber si se traspasó a los humanos antes del fatídico brote en Wuhan.