El malestar social y psicológico derivado de una epidemia, como la que afecta al mundo con el COVID-19 desde comienzos de 2020, tiende a desplazar los conflictos anteriores, pero también es un terreno fértil para que las protestas regresen con más fuerza.
Así lo sostiene un estudio de los investigadores italianos Massimo Morelli y Roberto Censolo, quienes aseguran que las grandes epidemias y plagas registradas pasado permiten aventurar lo que podría ocurrir a nivel de malestar social una vez que se supere la emergencia del coronavirus.
Los académicos revisaron 57 episodios epidémicos, desde la peste negra, que entre 1346 y 1353 le costó la vida entre 75 a 200 millones de europeos, hasta la gripe española, que entre 1919 y 1920 provocó la muerte de 50 millones a 100 millones de personas.
Los investigadores afirman que mientras dure la epidemia, el statu quo y los gobiernos de turno tienden a consolidarse, pero advierten que se debe esperar un fuerte aumento de la inestabilidad social al término de la emergencia sanitaria.
A modo de ejemplo, identificaron que en los 10 años previos a cinco epidemias de cólera hubo 39 rebeliones. Sin embargo, en los 10 años posteriores a estos eventos, las revueltas sociales subieron a 71.
Según un informe anual de Freedom House, de los 20 movimientos de protesta activos en todo el mundo a diciembre de 2019, solo tres seguían activos a 2020.
Los investigadores advierten que en el caso de la actual pandemia «el impacto desgarrador de la epidemia en la red de relaciones sociales y económicas, combinado con las restricciones impuestas por los gobiernos para prevenir la infección masiva, están provocando un sentimiento latente de descontento público».
A ello, agregan que «el argumento de la “conspiración del virus” y la negación de la gravedad de la epidemia, que se difundió en la opinión pública y cuenta con el apoyo desconcertado de varios líderes políticos, es síntoma de fricciones potencialmente peligrosas dentro de la sociedad».
Malestar en tres niveles
Las revueltas que no están relacionadas con la enfermedad son poco frecuentes dentro de un período epidémico, pero estos episodios pueden sembrar otras semillas de conflicto, aseguran los investigadores.
El estudio constata que una conspiración del gobierno, «la inmundicia de los pobres», los extranjeros y los inmigrantes a menudo han sido sindicadas como las principales causas de las diferentes epidemias.
«En general, la evidencia histórica muestra que las epidemias muestran un efecto potencial de desorden en la sociedad civil en tres dimensiones», escriben los autores.
En primer lugar, las medidas de política pública tienden a entrar en conflicto con los intereses de las personas, lo que genera una fricción entre la sociedad y las instituciones.
En segundo término, en la medida en que una epidemia impacta de manera diferente a la sociedad en términos de mortalidad y bienestar económico, puede exacerbar la desigualdad, constatan los académicos.
Finalmente, el choque psicológico puede inducir narrativas irracionales sobre las causas y la propagación de la enfermedad, lo que puede resultar en discriminación social o racial e incluso xenofobia.
Por otro lado, los autores señalan que, a corto plazo, los gobiernos pueden aprovechar estratégicamente las restricciones de libertad necesarias durante una epidemia para reforzar el poder.