Cine, ciencia, tecnología, salud… no hay ámbito en el que los hispanos no destaquen por su trabajo, entrega y compromiso, incluso si se trata de combatir una pandemia como la del coronavirus que, a más de un año de su comienzo, ha cambiado el rumbo del planeta en todas sus latitudes. Quizá en este tenor los nombres que más han resonado provienen de los países desarrollados, pero en América Latina hay dignos representes que desde sus trincheras han creado soluciones contra el COVID-19.
- Mónica Olvera de la Cruz: el punto débil del virus
- Javier Jaimes: descifrar al enemigo desde cero
- Irene Bosch: test tan rápidos como pruebas de embarazo
- Alexis Kalergis: vacuna made in Chile
- Juliana Cassataro: una respuesta con nombre propio
- Gonzalo Moratorio: en la prevención está la solución
- Paola Castillo Juárez: un biofármaco para tratar el COVID-19
- Sandra Rodil: cubrebocas biocida
En el Mes de la Herencia Hispana (del 15 de septiembre al 15 de octubre) queremos destacar a las latinas y los latinos más influyentes en el cine, la ciencia, la tecnología, la salud y el combate a la pandemia.
Mónica Olvera de la Cruz: el punto débil del virus
Quizá las ciencias de los materiales poco tienen que ver con el SARS-CoV-2, virus que provoca la enfermedad infecciosa COVID-19, pero para Mónica Olvera de la Cruz, física especialista en dicha materia, ese no fue ningún impedimento. Egresada de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), doctora por la Universidad de Cambridge, profesora en la Universidad Northwestern y miembro de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, Olvera de la Cruz y su equipo descubrieron en agosto de 2020 el punto débil en la proteína espiga del nuevo coronavirus.
Al estudiar cómo el virus interactuaba con el cuerpo humano, los expertos se percataron de la proteína spike o S del SARS-CoV-2 es la responsable de engancharse a la célula que infecta al cuerpo. Así, su trabajo se basó en bloquear el punto de escisión para disminuir hasta en 30 por ciento la capacidad del virus de multiplicarse en humanos.
Javier Jaimes: descifrar al enemigo desde cero
Pocos días habían transcurrido de 2020 cuando el virólogo colombiano Javier Jaimes notó algo inusual en su bandeja de entrada: “Empecé a recibir correos de mi jefe, de mis compañeros del laboratorio, en los que se hablaba de un nuevo virus. Empezamos a cruzar información, a hacer lineamientos genéticos”, narró a la BBC en una entrevista publicada en marzo del año pasado.
Investigador en la Universidad Cornell, su trabajo fue primordial cuando nada se sabía del nuevo virus hallado en Wuhan, China, ya que él y su equipo se enfocaron en entender cómo algo tan diminuto comenzaba a diseminarse por el mundo y enfermar a miles de personas.
Una de sus primeras hipótesis respecto a la transmisibilidad del virus fue que el SARS-CoV-2, en comparación con otros coronavirus como SARS-CoV —que apareció en China en 2003— y el MERS —que se diseminó en Oriente Medio en 2012—, había adquirido “una característica muy específica en una de sus proteínas que hace que salga de la célula listo para infectar”.
Irene Bosch: test tan rápidos como pruebas de embarazo
En 2018, la viróloga venezolana Irene Bosch fundó junto con otros científicos la startup E25Bio, que se dedica a realizar exámenes rápidos para detectar enfermedades infecciosas. Así, en 2020 este grupo desarrolló el Dart Direct Antigen Rapid Test para localizar el SARS-Cov-2 tan rápido como “una prueba de embarazo”.
Con el virus del SARS como punto de partida, el equipo descubrió que había reactivos muy efectivos ante el nuevo coronavirus, por lo que se dieron a la tarea de buscar los dos anticuerpos que mejor funcionaban para hacer una prueba. Al tenerlos, crearon un dispositivo de nitrocelulosa donde colocaron partículas de oro que, al entrar en contacto con secreción nasofaríngea de una persona, se anclaban a los anticuerpos y generaban una reacción en caso de detectar las proteínas del virus: si aparecía una línea roja, el resultado era positivo y tardaba aproximadamente 15 minutos. “Un diagnóstico rápido es fundamental para controlar una pandemia”, asegura Bosch.
Alexis Kalergis: vacuna made in Chile
Académico de la Pontificia Universidad Católica de Chile y director del Instituto Milenio de Inmunología e Inmunoterapia, el nombre de Alexis Kalergis comenzaba a circular con más frecuencia en los diarios chilenos a mediados de 2020, ¿el motivo? La promesa de una vacuna contra el SARS-Cov-2.
Líder de un grupo de investigadores de ciencias biológicas y apoyado por la Mesa Social Covid-19 UC —instancia conformada por autoridades, académicos y profesionales de la salud para enfrentar la pandemia—, Kalergis, creador de la primera inmunoterapia en el mundo contra el virus sincicial, ha trabajado desde enero de 2020 en una vacuna contra el COVID-19.
A diferencia de CoronaVac, que comenzó a aplicarse en Chile antes que en cualquier otro país latinoamericano, Kalergis explicó que su vacuna “es completamente distinta. Nosotros trabajamos con base a una formulación que está diseñada para ser utilizada desde el nacimiento”.
Juliana Cassataro: una respuesta con nombre propio
ARVAC Cecilia Grierson es el nombre de la primera vacuna argentina contra el COVID-19 que ya se encuentra en fase preclínica y que honra a la primera médica de aquel país sudamericano. Esta ha sido desarrollada por el Instituto de Investigaciones Biotecnológicas de la Universidad Nacional de San Martín bajo el liderazgo de Juliana Cassataro, doctora especializada en inmunología, enfermedades infecciosas y desarrollo de vacunas.
La ARVAC Cecilia Grierson de Cassataro y su equipo interdisciplinario se basa en proteínas recombinantes, una tecnología similar a la usada en la vacuna de la hepatitis B o el VPH. Aunque el proyecto surgió a mediados de 2020 con el objetivo de crear más herramientas para combatir la crisis sanitaria, está a la espera de contar con el financiamiento necesario para continuar con las pruebas de esta vacuna.
Gonzalo Moratorio: en la prevención está la solución
Reconocido en 2020 como uno de los 10 científicos más destacados del año por la revista Nature —el único de América Latina—, el virólogo uruguayo Gonzalo Moratorio tuvo un papel determinante en su país ante la llegada del SARS-COV-2 al desarrollar pruebas de diagnóstico que ayudaron a contener la pandemia.
Moratorio, responsable del Laboratorio de Evolución Experimental de Virus en el Institut Pasteur de Montevideo y profesor de virología en la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República, ayudó desplegar test basados en la tecnología estándar PCR o de reacción en cadena de la polimerasa en una red de laboratorios de diagnóstico públicos, lo que ayudó a que, al terminar 2020, en Uruguay apenas se contaran 181 fallecidos por COVID-19.
Paola Castillo Juárez: un biofármaco para tratar el COVID-19
A partir de cuatro péptidos (fragmentos de proteínas), los cuales una vez sintetizados mostraron tener una eficacia por encima de 90 por ciento contra la replicación del SARS-CoV-2, la científica mexicana Paola Castillo desarrolla un biofármaco para combatir la enfermedad que suma más 4.6 millones de decesos en el mundo.
Experta en virología e inmunología, Castillo diseñó los péptidos mediante herramientas bioinformáticas; el dirigido a la proteína S del SARS-CoV-2 evita los cambios de anclaje necesarios para que el virus entre a las células, mientras que la molécula enfocada al receptor celular bloquea la unión entre este y la proteína viral. Los otros dos péptidos se unen para impedir que las proteínas M y E (de envoltura) del coronavirus se unan con otros blancos de las células humanas. Paola Castillo prevé que para 2022 comience una etapa clínica para evaluar su biofármaco con pacientes.
Sandra Rodil: cubrebocas biocida
La mexicana Sandra Rodil encabeza el equipo de científicos del Instituto de Investigaciones en Materiales de la UNAM detrás de SakCu, un cubrebocas que inactiva el SARS-CoV-2 gracias a sus componentes de plata y cobre.
SakCu cuenta con dos capas de algodón, una externa y otra interna, así como una intermedia formada por nanocapas de este dúo de metales biocidas depositadas en polipropileno, un polímero termoplástico. En colaboración con el Hospital Juárez de México, Rodil y compañía detectaron que, según la carga viral, si esta era alta el virus desaparecía en más de 80 por ciento en unas ocho horas, pero si esta era baja, luego de dos horas no se detectaba el ARN del virus. Además, SakCu no tiene ningún efecto o riesgo citotóxico, y soporta 10 lavadas sin que se degraden sus nanocapas de plata y cobre.