No es secreto para nadie que una de las metas de los avances tecnológicos es eliminar las barreras del lenguaje. Y mientras que hay quienes están convencidos de que los profesionales de la traducción tienen los días contados, no son pocos quienes dudan si en realidad la tecnología será capaz superar la barrera del idioma algún día.
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De hecho, los títulos de las películas, las bromas en las series del streaming o los nombres de lugares en videojuegos son solo algunos de los ejemplos cotidianos que reflejan que el idioma es algo mucho más complejo que la simple traducción literal de palabras o frases.
El Mes de la Herencia Hispana —que se celebra del 15 de septiembre al 15 de octubre y que festeja las contribuciones de esta comunidad en Estados Unidos— es un buen momento para preguntarse no solo si la tecnología puede superar la barrera del idioma, sino si realmente queremos que ocurra.
Grandes avances tecnológicos
La idea de usar computadoras para traducir lenguas fue propuesta por el inglés Andrew Booth y el estadounidense Warren Weaver en 1946, aunque los orígenes de traducción automática se remontan incluso al siglo IX, con el trabajo del criptógrafo árabe Al-Kindi, que desarrolló técnicas para la traducción sistémica de idiomas. Lo que alguna vez parecía ciencia ficción, hoy es una realidad.
Todos hemos usado en más de una ocasión las herramientas de traducción en línea de Google, Microsoft o DeepL para comprender un texto escrito en otro idioma, incluso de aquellos con los que el español no comparte raíces, como el ruso o el japonés, por ejemplo.
Es decir, si internet brindó la posibilidad tener acceso a información de cualquier parte de mundo, los avances en materia de traducción automática nos ayudan a entenderla y las herramientas de reconocimiento de voz incluso facilitan la comunicación con personas con las que no compartimos un idioma. Pero no todo es perfecto.
Brechas más profundas
Google Translate, que reconoce más de 100 idiomas, utiliza un algoritmo de traducción automática neuronal (NMT), enfoque basado en una red neuronal artificial para predecir la probabilidad de una secuencia de palabras.
En 2019, investigadores de la Universidad de San Francisco en California probaron su capacidad para traducir órdenes médicas escritas en inglés al español y chino. Descubrieron que tenía una tasa de precisión de 92 y de 81 por ciento, respectivamente, pero que 2 por ciento de los errores en español y 8 por ciento en chino podían provocar un “daño clínicamente significativo”.
Que las aplicaciones de aprendizaje automático sean útiles para resolver asuntos cotidianos, pero insuficientes para materias más sofisticadas, refleja que todavía no son capaces de superar la barrera del idioma, pero ¿queremos que efectivamente eso ocurra?
Michael Haugh, profesor de lingüística de la Universidad de Queensland, explicó en un artículo en The Conversation que en muchos idiomas el lenguaje implícito juega un papel clave, pero a veces lo que no se dice es incluso más relevante. Y estas inferencias, que difieren entre hablantes y culturas, no son reconocidas por la tecnología.
A modo de ejemplo, explicó que los hablantes de chino (mandarín) suelen rechazar una oferta de comida cuando están de visita, en especial si no son tan cercanos, aunque se trata de una forma de probar si se trata de una oferta genuina. “Aceptar una oferta demasiado rápido también puede considerarse descortés”, explicó.
La tecnología nos brindará la capacidad de entender lo que se dice, pero difícilmente nos permitirá reconocer esas inferencias que solo son posibles gracias a una comprensión entre las distintas culturas.