Resulta muy difícil saber el porcentaje de personas infectadas por el coronavirus sin que manifiesten síntomas, pero inventos como Social Mask quieren contribuir a aminorar este problema. Esta mascarilla inteligente está dotada de un módulo extraíble y reemplazable cargado de tecnología con el que efectúa múltiples funciones.
Además de un sistema de ventilación con un filtro, un sensor de temperatura permite realizar un seguimiento en tiempo real de este parámetro, por lo que el usuario podría saber en cualquier momento si llega a tener fiebre.
Un biosensor integrado en el frente de ese módulo es capaz de detectar partículas expulsadas por personas asintomáticas y, gracias al bluetooth, el usuario recibe un mensaje en su móvil informándole de ello.
Esta app para el teléfono, además, muestra un mapa con todos los usuarios del entorno en un radio de 300 metros “para que una persona no infectada evite el área con posibles infecciones. Todos los usuarios de la máscara reciben una notificación en el teléfono móvil de la posible contaminación”, explica su creador, el ingeniero Burzo Ciprian.
Fabricada en policarbonato y propileno para reducir el riesgo de algunas alergias, Social Mask incorpora un marco impreso en 3D ecológico y “un diseño moderno y minimalista en distintos colores. Se ve bonita, futurista e inteligente”, detalla Ciprian. Para limpiar las nanopartículas contaminantes, basta con lavarla quitando ese módulo.
Social Mask es todavía un prototipo. Es uno de los proyectos ganadores del desafío “Re-imaginando las mascarillas faciales y EPP” de la plataforma del MIT The Pandemic Response CoLab, que invita a “a cualquier persona, desde individuos hasta grupos, desde comunidades hasta empresas, a desarrollar soluciones procesables para los desafíos presentados por la pandemia Covid-19”. Al ser seleccionada, esta mascarilla inteligente estás más cerca de ser una realidad comercial, ya que tendrá “la oportunidad de recibir incentivos donados por patrocinadores”, señalan los organizadores del desafío.