Corrían los agitados años cincuenta. Tras la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos y la entonces Unión Soviética se enfrentaban en una frenética carrera por demostrar poderío científico y bélico.
La exploración del espacio fue uno de los principales frentes de batalla de la denominada Guerra Fría.
La URSS había propinado el primer golpe en octubre de 1957, cuando puso en órbita su primer satélite, el Sputnik 1. Un mes después, llegó el Sputnik 2.
Además de ser una victoria política, militar y científica, la puesta en órbita de estos satélites fue fundamentalmente un golpe simbólico para Estados Unidos.
Con la moral por el suelo
Restaurar la confianza interna y el prestigio en el extranjero se transformó en una obligación para la administración del entonces presidente Dwight Eisenhower.
El 6 de diciembre de 1957, Estados Unidos estaba preparado para devolver el golpe con el proyecto Vanguard.
Entusiasmadas, las autoridades estadounidenses convocaron a una conferencia de prensa masiva para que los medios de comunicación presenciaran el lanzamiento.
Sin embargo, lejos de restaurar la confianza, se transformó en un verdadero desastre: el cohete Vanguard explotó solo unos segundos después del lanzamiento.
Oficialmente en la carrera espacial
El gobierno de Eisenhower tuvo que recurrir entonces al cohete Júpiter-C, desarrollado por Wernher von Braun y su equipo en la Agencia de Misiles Balísticos del Ejército (ABMA).
El equipo de la ABMA había trabajado con el Laboratorio de Propulsión a Chorro en California , dirigido por William Pickering, en la construcción de un satélite que llevaría un experimento del físico James Van Allen para medir los “rayos cósmicos” de la Tierra.
Bajo el más absoluto sigilo e impulsado por el cohete Juno I –una variante del Júpiter-C–, el satélite Alpha 1958, que más tarde fue conocido como el Explorer 1, fue lanzado con éxito de Cabo Cañaveral el 31 de enero de 1958.
Solo cuando se confirmó que el lanzamiento había exitoso y que el satélite estaba en órbita, Pickering, Von Braun y Van Allen aparecieron públicamente alzando un modelo del Explorer 1, en la que se ha transformado en una fotografía icónica.
El exitoso lanzamiento del Explorer 1, así como otros satélites que les siguieron, llevaron al Congreso de Estados Unidos a aprobar la Ley Nacional de Aeronáutica y del Espacio.
Gracias a esta ley, el 1 de octubre de ese año nació la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio, la NASA, con la que Estados Unidos ingresó oficialmente a la carrera espacial.