A la Tierra llegan numerosos meteoritos cada año, unos 17,000 fragmentos según un estudio de científicos británicos. Y aunque la NASA estudia si algunos pueden llegar a impactar de forma catastrófica en nuestro planeta, la mayoría pesan entre 50 gramos y 10 kilos y no traen mayores consecuencias. El que cayó en Costa Rica el 23 de abril de 2019 tenía el tamaño de una lavadora pero se partió antes de aterrizar, y entusiasma a los investigadores porque su examen podría dar las claves de cómo surgió la vida en nuestro planeta.
Conocido, en general, como el meteorito de Aguas Zarcas —localidad en la que principalmente cayó—, estas rocas espaciales pertenecen a un tipo de meteoritos que no caen habitualmente en la Tierra. Concretamente, se trata de condritos carbonáceos que “preservan el único registro de la composición geoquímica, isotópica y mineralógica de los primeros millones de años de historia del sistema solar”, según explican científicos de la Universidad de Costa Rica.
Los análisis de las rocas han revelado componentes de carbono orgánico con un origen inorgánico, es decir, que se formaron a partir de la fusión nuclear en las estrellas, por lo que su origen se remonta a antes de que se formara nuestro Sol, explica el investigador Soto Bonilla a la BBC. Los expertos también han encontrado en ellos minerales que en su estructura molecular contuvieron agua, así como sulfuro con níquel e isótopos de oxígenos muy similares a los del Sol.
Los últimos meteoritos similares a estos cayeron en 1969, en Allende (México) y Murchison (Australia), y probablemente contenían compuestos orgánicos complejos, pero los científicos no han podido averiguarlo por su degradación. Los investigadores esperan que los fragmentos de Costa Rica, al ser mucho más recientes y gracias a las nuevas tecnologías, arrojen luz sobre los orígenes de la vida, aunque tampoco descartan su contaminación, informa Live Science.