En un verdadero dolor de cabeza se ha transformado el creciente precio del litio para los fabricantes de automóviles. El metal es un histórico componente de todo tipo de baterías, pero se ha convertido en un insumo clave en los acumuladores de los vehículos eléctricos.
Para comprender el problema es preciso ir al fondo del asunto: las baterías de iones de litio y sus tres capas. La primera de ellas es un cátodo conformado justamente por dicho metal, además de cobalto, manganeso o aluminio, entre otros. Las restantes son un ánodo de grafito de carbono y un separador hecho de polímero, además de un electrolito.
En específico, cuando la célula se carga, los iones de litio son conducidos desde el cátodo al ánodo. Al descargarse, los iones vuelven al cátodo, liberando energía, explicó CNBC. Recientemente, se descubrió que más níquel en el cátodo puede aumentar la densidad energética de la batería, lo que redunda en una mayor autonomía para el carro.
Expertos sospechan que la demanda de níquel podría superar la oferta en 2024, mientras que las hostilidades derivadas de la invasión de Rusia a Ucrania no hacen más que sumarle presión a su costo. El martes 8 de marzo de 2022, la Bolsa de Metales de Londres debió suspender sus transacciones, luego de que el precio de la tonelada se disparara más allá de los $100,000 dólares.
Así había ejemplificado un día la contingencia Adam Jonas, quien trabaja como analista de la industria automovilística para Morgan Stanley: “Al momento de escribir este artículo, el níquel ha subido 67.2 por ciento solo hoy, lo que representa un aumento de unos $1,000 dólares en el costo de un vehículo eléctrico de gama media en Estados Unidos”.
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