Muchos historiadores piensan que Estados Unidos trabajó en la bomba atómica a partir de una recomendación de Albert Einstein al presidente Roosvelt.
Einstein, que en 1922 ya había ganado el Nobel de Física, llegó a Estados Unidos en los años treinta del siglo XX para huir del horror de la Alemania nazi de Hitler. El físico se hizo de un puesto como investigador del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Princeton.
En 1939, Einstein mandó una carta al presidente Franklin D. Roosevelt en la que le advertía sobre la posibilidad de que los científicos de Hitler estuvieran desarrollando un arma nuclear. En su carta, Einstein sostenía que los científicos debían tener un papel activo en la lucha contra el fascismo.
Aquella misiva marcó la vida de Einstein, sobre quien por años recayó la idea de que él fue el promotor del horror que acabó con las ciudades de Hiroshima y Nagasaki en Japón.
Tras los horrores de la bomba, Einstein se arrepintió de aquella comunicación, aunque sostuvo aquel compromiso que delineó al presidente Roosevelt en torno a los científicos y su lucha contra el fascismo. Los esfuerzos de Einstein, sin embargo, migraron a la acción política.
De promotor de la bomba a espía comunista
Si en la actualidad basta mencionar la palabra comunismo para sepultar cualquier aspiración política en Estados Unidos, en los años de la posguerra cualquier simpatía roja era motivo de traición.
Pero Einstein, que había visto por sí mismo los horrores del fascismo y que a lo largo de su vida se hizo de fama como rebelde nato (llegó a declarar que “el respeto ciego a la autoridad es el mayor enemigo de la verdad”), no dudó en brindar su apoyo a organizaciones políticas como el Comité Norteamericano para la Ayuda a la Democracia Española, que luchó contra el régimen fascista de Francisco Franco.
Esa simpatía, así como las sospechas que le tenía el entonces director del FBI Edgar Hoover, quien pensaba que era imposible que Einstein se comportara como un leal estadounidense en tan poco tiempo, hicieron que la agencia lo investigara desde su llegada a Estados Unidos en 1932 y hasta el último sus días, el 18 de abril de 1955.
En las poco más de dos décadas de investigación, el FBI acumuló un expediente de 1,432 páginas que logró al interceptarle llamadas, leerle sus cartas y hurgar en su basura. El FBI documentó las afiliaciones políticas de Einstein en más de una treintena de organizaciones comunistas, pero nunca pudo comprobar un nexo con la diabólica Unión Soviética.
El FBI desclasificó el expediente de Einstein en el año 2002. Entonces Einstein sumó un nuevo hito a su vida: pasar de promotor de la libertad y la democracia a espía comunista en un par de años.