Tesla revolucionó completamente el panorama automotriz cuando introdujo el Roadster y se transformó en la marca eléctrica pionera del mercado masivo. Vendió ampliamente el primer vehículo de este tipo de serie y merece todo el crédito por poner los eléctricos al centro de la discusión cuando se trata del futuro de la movilidad. Tesla ha cambiado el mundo, pero también está condenada.
El último fabricante convencional de automóviles lanzado desde cero en Estados Unidos fue Saturn, fuertemente subsidiado de la familia de General Motors. Pero fracasó pese a esas potentes espaldas financieras. La historia está llena nombres de marcas fallidas y líderes visionarios que apuntaron a dominar el mercado del lujo.
Todo esto es para decir que esta película la hemos visto antes. Hudson, Tucker, DeLorean, Packard y más. Las historias son diferentes en sus detalles, con algunos sucumbiendo a la sombra del gobierno y otros perdiendo en la guerra de precios. Si bien las causas inmediatas de sus fallidas aventuras pueden ser únicas, el hecho de que hayan fracasado ciertamente no lo es.
El mercado de los automóviles es diabólicamente rudo. El secreto es que las grandes marcas solo logran un margen de alrededor del 6 por ciento por cada unidad vendida. Esa es una cantidad patética en comparación con empresas como Nike, Apple o Disney. Las zapatillas, la electrónica de alta gama y el entretenimiento (así como también a muchas otras industrias) ofrecen el doble de márgenes de ganancia, tiempos de producción más rápidos, menos regulación y menos mano de obra sindicalizada. Construir autos es ridículo. Las automotrices obtienen miles de millones de dólares en ganancias porque venden muchos vehículos, no porque cada automóvil sea rentable. Y ahí está el problema para Tesla.
¿Por qué está condenada?
La única manera de tener éxito en la fabricación de automóviles es hacerlo a gran escala. Tienes que vender cientos de miles, si es que no millones por año, para lograr la estabilidad. El año pasado, Tesla entregó 245,240 unidades. El Model 3 también se convirtió en el automóvil de lujo más vendido en Estados Unidos. 2018 fue un año fantástico para Tesla, pero también cuando se pavimentó su camino a la debacle.
La ampliación de la capacidad de las líneas de producción es lo que está matando a Tesla. Y es también la única cosa que puede salvarla. La compañía se encuentra en el punto más bajo de un «valle de producción». Su capacidad de construir 300,000 autos la ha hecho tremendamente poco rentable, por lo que debe apuntar a ensamblar entre 700,000 y 1,000,000. ¿Podrá lograrlo? Solo si pudiera concentrarse en una cosa a la vez.
El peor enemigo de Tesla es Elon Musk, quien tiene el mismo defecto que otros muchos emprendedores seriales: le encanta perseguir nuevos desafíos. Tesla produce actualmente tres modelos, cargadores de pared, estaciones de carga, camiones eléctricos, techos fotovoltaicos y tecnología autónoma de punta. Y tiene en carpeta un lanzallamas, túneles subterráneos y un largo etcétera. Y no tiene un líder enfocado en hacer el trabajo de empujar a su compañía a través de la crisis.
Musk nunca ha operado antes ningún negocio a esta escala. Crear ágilmente un servicio en línea como Paypal es algo muy diferente a conducir una fábrica de automóviles multinacional, sobre todo uno que siempre busca diferenciarse con nuevas tecnologías. Francamente, Musk no está calificado para ser CEO de Tesla, y la falta de sintonía entre sus habilidades y las necesidades de la empresa no puede ser peor para Tesla.
En los próximos 12 meses, prácticamente todos los otros grandes fabricantes mundiales tienen planes de lanzar sus propios eléctricos. Tesla saboréo el triunfo el año pasado, cuando convirtió a uno de los suyos en el auto de lujo más vendido, pero en ese momento era el único oferente. Lo más preocupante es que las quejas más comunes de los propietarios son las áreas en las que se destacan las compañías de automóviles tradicionales: terminaciones y acabado, infraestructura de servicio y ejecución en plazos. Cuando Porsche anunció su sedán eléctrico Taycan, el principal origen de las reservas provino de los propietarios de Tesla, una segura señal de que están ansiosos por actualizarse a algo mejor.
China, el mayor mercado de automóviles del mundo y el salvador de muchas marcas globales, no puede salvar a Tesla. De hecho, la actual guerra comercial está perjudicando a Tesla más que a cualquier otra automotriz. El precio actual de un Model 3 en China es de aproximadamente $ 73,000 dólares, de los cuales aproximadamente $30,000 dólares corresponden a aranceles.
En enero, Elon Musk inauguró una Gigafactory en China y se espera que la inversión total en el proyecto supere los $4 billones de dólares, según Goldman Sachs, una cantidad de dinero que Tesla no puede ni debe gastar. Después de un desastroso primer trimestre de 2019, la compañía recaudó $2.35 billones de dólares. Sin embargo, Musk advirtió a sus empleados que la compañía se quedaría sin efectivo en 10 meses si el gasto continuaba en los niveles actuales.
El fin de Tesla
Tesla no irá a la quiebra. No puede ir a la quiebra. Todavía está en una buena posición para convocar a una ronda de financiamiento y probablemente podría hacer hasta tres eventos más antes de que los inversionistas dejen de hacer fila. Su fracaso no ocurrirá mañana, pero está llegando. La competencia se está volviendo más feroz, mientras Wall Street está perdiendo la paciencia con las promesas rotas y el comportamiento errático del CEO. Y el consumidor está encontrando más opciones que tientan su billetera. El fin de Tesla no sucederá mañana ni será un colapso dramático.
Telsa es una marca demasiado valiosa para desaparecer en una nube de humo levantada por una quiebra. Una vez más, es la historia lo confirma. La gran mayoría de las marcas fallidas fueron adquiridas o absorbidas por otras más grandes: algunas tuvieron un éxito brillante (Dodge) y otras se transformaron lentamente en algo irreconocible (Hudson). Muchos fabricantes la han alcanzado en hardware (baterías, cargadores) y están rápidamente haciéndolo con el software (Autopilot).
El final del túneal será una adquisición. Es el camino de la jungla automotriz, el círculo de la vida corporativa, por así decirlo. La parte desconocida en este momento es exactamente quién la absorberá, ya que la lista es larga. Otra compañía automotriz es la apuesta más segura, pero los gigantes de Silicon Valley y China también están en la puja. Apple ya ofreció comprarla en 2013 por más de lo que hoy vale la compañía. La ventana está abierta de par en par para los pretendientes, y el vencedor podría ser toda una sorpresa.
Independientemente de quién sea, será muy sorprendente si la transacción se etiqueta como una adquisición. La operación, por el contrario, será una “fusión” o “asociación” para proteger los egos. Cualquier noticia próxima sobre una alianza no debe verse como un salvavidas arrojado de buena fe, sino como un saqueo por parte de piratas. Musk se escabullirá silenciosamente para perseguir sus ideas brillantes, apareciendo en lanzamientos y escribiendo en Tweeter, mientras que los otros establecerán un curso rentable. Lo que pase después, nadie puede saberlo.
Pero el mundo es un lugar mejor para Tesla. Los autos eléctricos ya no están hechos por un tipo en un cobertizo basándose en un viejo Porsche 914. Nos estamos moviendo hacia un futuro eléctrico, todo gracias a Tesla. En el mejor de los mundos, puede influir desde el interior de Mercedes-Benz u otra compañía china para gestionar los coches eléctricos y hacer que sean la opción más asequible para los consumidores. Esperamos que eso suceda por el bien de todos.
Tesla ha muerto. Larga vida a Tesla.