Día a día, los vehículos autónomos muestran sorprendentes avances, desempeños dignos del más diestro de los conductores humanos. Sin embargo, todos esos atributos artificiales que rayan en la perfección se quedan en nada si sus sensores no pueden “mirar” el camino. El mal estado de las carreteras, las huellas de los neumáticos, el mal tiempo o un día con condiciones deficientes de visibilidad puede interferir con el rendimiento de los sistemas convencionales.
Así lo advierte WaveSense, que se ha puesto como objetivo dotar a los carros del futuro de uno de los extraordinarios poderes de Superman: el de ver a través de los objetos. No será precisamente una vista de rayos X –menos la capacidad de volar o correr a la velocidad de la luz-, pero sí nos recordará bastante las capacidades desplegadas por el hombre venido del planeta Krypton.
La compañía afirma que su tecnología basada en el radar de penetración terrestre (LGPR, por sus siglas en inglés) es apta para navegar por cualquier ruta sin importar su calidad ni las características del clima. Desarrollada en el Laboratorio Lincoln del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), el debut de esta solución data de 2013, cuando fue equipada en vehículos militares desplegados en lugares donde había carreteras poco y mal demarcadas.
El LPGR supera la mejor conducción humana mediante el envío de pulsos electromagnéticos de muy alta frecuencia (VHF) a una profundidad de hasta 10 pies (alrededor de tres metros), gracias a lo cual puede para construir «mapas altamente específicos» de la composición subterránea de la carretera. Los pulsos, aclara la firma, son inocuos para la salud humana y su eficiencia no está determinada por la lluvia, la niebla, el polvo y la nieve.
«El radar de penetración terrestre mide los reflejos de los objetos y los cambios en las propiedades del terreno, incluyendo tuberías, raíces, rocas y tierra”, asegura la empresa en su sitio web. “Cada pulgada de carretera tiene una composición subterránea única, que permite a WaveSense construir un mapa altamente específico», detalla.
Cuando un vehículo equipado con esta tecnología se desplaza por una ruta, recopila datos que se combinan en un espacio de cinco dimensiones, con lo cual va actualizando mapas en tiempo real y almacenando dicha información en la nube de WaveSense, cuyas oficinas centrales se hallan en la ciudad de Somerville, Massachusetts.
Sistemas basados en cámaras convencionales de video, radar y tecnología láser (lidar) se ven menoscabados cuando no pueden ver los marcadores de carril u otras señales de ubicación, añade la firma. Por su parte, los sistemas de GPS tienen una precisión de aproximadamente tres metros, casi 10 pies, lo que no es muy útil para elaborar una ruta para un vehículo autónomo que viaja por una carretera desierta o cubierta por la nieve. Según dicha versión, el LPGR mantiene una precisión de cuatro centímetros en el carril -aproximadamente 1.6 pulgadas- a 60 millas (97 kilómetros) por hora, independientemente del clima o las condiciones del piso.
Aunque pueda parecer exagerada, la combinación de datos subsuperficiales de LPGR, cámaras de video montadas en la carrocería de vehículos, escáner láser aerotransportado (lidar), el radar y los sistemas de GPS convencionales, WaveSense piensa que se trata de “un conjunto de herramientas completo para trabajar cuando se requieren tomar decisiones de conducción».
La compañía recalca que la fusión de todos los sistemas permite al robot «ver” más allá de las tres dimensiones que conocemos. ¿Cómo así? Según la compañía, los vehículos que incluyan en su equipamiento de seguridad y confort el radar de penetración terrestre alimentarán a su inteligencia artificial de antecedentes hasta ahora desconocidos: la lectura de lo que está bajo el asfalto.
Aunque todavía no existen argumentos verdaderamente contundentes que justifiquen este trabajo de cartografía subterránea, desarrolladores de tecnología como WaveSense seguirán apostando por el fortalecimiento de los algoritmos que guían a los carros robotizados. De acuerdo a los postulados de estos proveedores, solo de esa manera la industria automotriz estará en condiciones de avanzar en su prioridad número uno, que es la seguridad, y cumplir la hasta ahora utópica promesa de la conducción autónoma: la confiabilidad total.