Utilizando una innovadora técnica para localizar especies en declive y desaparecidas, científicos brasileños han detectado señales de una rana que se consideraba extinta y que no era avistada desde 1968 en el país sudamericano.
La Megaelosia bocainensis forma parte de un total de siete especies, incluidas otras cuatro en declive y dos que habían desaparecido hace muchos años, que fueron detectadas por los investigadores.
Los hallazgos aparecieron en un artículo titulado Perdidos y encontrados: ranas en un punto caliente de biodiversidad redescubiertas con ADN ambiental, publicado en la revista Molecular Ecology.
En el estudio, los investigadores recolectaron y analizaron ADN ambiental (eDNA) en la biodiversidad del bosque costero atlántico y los pastizales del Cerrado de Brasil, según informó la Universidad de Cornell.
La técnica de eDNA permite confirmar la presencia de especies no detectadas por métodos tradicionales, especialmente aquellas con densidades de población bajas o que no se han visto en años.
Después de una investigación para identificar especies en varios niveles de amenaza, los investigadores utilizaron el método eDNA para buscar 30 especies de anfibios en seis localidades donde se sabía que habitaron las ranas.
Sabemos que está ahí
La identificación requirió un ingenioso trabajo: la especie desapareció hace mucho tiempo y no había tejidos de los que extraer el ADN para compararlo con el eDNA.
Sin embargo, los investigadores tenían las secuencias de todas las especies hermanas del género megaelosia y conocían los rangos de las especies hermanas y Megaelosia bocainensis.
“Sabemos que hay una Megaelosia allí. Simplemente no sabemos cuál es, pero la única que se ha reportado allí históricamente es la que desapareció”, afirmó Kelly Zamudio, profesora de Ecología y Biología Evolutiva en la Universidad de Cornell.
La investigadora explicó que los «pequeños fragmentos de ADN en el medio ambiente no nos dicen cuántos individuos hay o si están sanos, pero sí nos dice que la especie todavía está presente”.
En todo el mundo, los conservacionistas se han enfrentado al desafío de seguir el ritmo de la disminución y desaparición de los anfibios. Al mismo tiempo, los organismos vivos dejan rastros de ADN en el suelo, el agua y el aire. Ahora, los científicos utilizan cada vez más técnicas de muestreo altamente sensibles para detectar eDNA con fines de conservación.