En la película The Social Network (2010), que relata los orígenes de Facebook, hay un escena en particular que hoy cobra relevancia a raíz de la caída de Facebook, Instagram y WhatsApp de hace unos días. En la cinta, Mark Zuckerberg, interpretado por Jesse Einseberg, le grita por teléfono a Eduardo Saverin que la diferencia entre el Facebook de 2004 y el resto de redes sociales de la época es que “Facebook nunca se cae”.
El contexto de esta escena es muy simple. Saverin, cofundador de Facebook, había congelado la cuenta bancaria de la entonces pequeña empresa formada por cuatro estudiantes de Harvard. Y esa acción ponía en riesgo a la compañía, que crecía a un ritmo muy acelerado y que necesitaba cada vez más servidores, además de pagar el arriendo de una casa y otros gastos necesarios para que Facebook pudiera funcionar.
“Si los servidores se caen incluso por un día”, dice Zuckerberg en la película, “toda nuestra reputación se destruye de manera irreversible. Y si unos pocos usuarios se van, toda la base de usuarios sufre”.
Es muy probable que los diálogos de la película —basada en el libro The Accidental Billionaires de Ben Mezrich— no sean exactamente como ocurrieron en la vida real. Pero el Mark Zuckerberg de la cinta tenía un punto: a comienzos de los años 2000, las redes sociales que existían eran rudimentarias y los usuarios, muy volátiles. Si unos pocos se iban y las conexiones se limitaban o interrumpían, la plataforma entera comenzaba a caer. Friendster fue una prueba de ello.
A más de 17 años de la discusión entre Mark Zuckerberg y Eduardo Saverin, Facebook ya no es solo una red social universitaria, sino la más grande del mundo, incluso en algunos países es la internet. La plataforma no solo es útil para conectar con gente o publicar memes, sino que las empresas —sin importar su tamaño— la utilizan para hacer negocios.
Asimismo, Facebook también es dueña de Instagram, otra red que va más allá de publicar imágenes, ya que alrededor de esta existen todo tipo de negocios, formales y no tanto. Y ni qué decir de WhatsApp, la plataforma de comunicación favorita de Latinoamérica que mucha gente utiliza aunque no quiera (todo mundo está en WhatsApp).
Estas plataformas se cayeron durante más de seis horas el pasado 4 de octubre y es difícil pensar que su reputación entre el público se vea destruída, tal como anticipó Mark Zuckerberg en 2004. Durante la caída de las tres redes sociales, la gente se dio una vuelta por Twitter y decenas de millones de usuarios nuevos aparecieron en Telegram. Pero aquellas visitas a otras plataformas probablemente sean temporales, porque una vez restaurado el servicio, todo parece haber seguido su curso habitual para Facebook.
En 2021, Facebook es más que una red social que conecta personas. Y pese a los escándalos en los que se ve involucrada y los cuestionamientos respecto al uso de los datos y la información que recopila, su reputación parece no verse afectada. Incluso Mark Zuckerberg ha tenido que testificar frente al Congreso de Estados Unidos para dar explicaciones por eventos ocurridos en la plataforma que creó en un dormitorio en Harvard.
Lo que parece ser una (alegre) realidad para Facebook, Zuckerberg y el resto de directores e inversionistas es que tiene que pasar algo demasiado grande para que la reputación de este conglomerado de redes se vea de verdad afectada. Hasta ahora, ninguna demanda, ninguna caída y ni ningún escándalo le han parecido importar demasiado a los más de 2,000 millones de usuarios de la plataforma, que esperaron pacientemente a que sus redes sociales favoritas volvieran a estar en línea.
Si el Mark Zuckerberg de The Social Network hubiera imaginado esto, probablemente no le habría gritado a su amigo por teléfono.