Usar una mascarilla durante la práctica deportiva probablemente no sea la experiencia más cómoda del mundo, pero ¿afecta realmente el rendimiento?
Esa duda quiso resolver un estudio de la Universidad de California en San Diego analizó cómo las mascarillas afectan la inhalación de oxígeno y la exhalación de dióxido de carbono durante el ejercicio.
Muchos se han opuesto al uso de mascarillas faciales durante la pandemia del COVID-19, afirmando que dañan el sistema cardiopulmonar, lo que dificulta la respiración.
Afirman que aumentan la disnea, una dificultad para respirar, especialmente durante el ejercicio.
¿Realmente perjudican la actividad física?
Sin embargo, los investigadores afirmaron que si bien la mascarilla puede aumentar la disnea percibida, hay poca evidencia científica que indiquen que dañan significativamente la función pulmonar.
“Puede que se perciba un mayor esfuerzo con la actividad, pero los efectos de usar una máscara en el trabajo respiratorio, en gases como el oxígeno y el CO2 en la sangre u otros parámetros fisiológicos son pequeños, a menudo demasiado pequeños para ser detectados”, afirma Susan Hopkins, autora del estudio y profesora de medicina y radiología.
Agrega que “tampoco hay evidencia que respalde diferencias por sexo o edad en las respuestas fisiológicas al ejercicio mientras se usa una mascarilla».
¿Y las personas con enfermedades pulmonares?
Los investigadores señalan que las personas con enfermedad cardiopulmonar grave tal vez deseen evitar el uso de mascarillas durante las sesiones de ejercicio.
«Pueden sentirse demasiado incómodas para hacer ejercicio, y eso debe ser discutido con su médico, Sin embargo, también se debe considerar el hecho de que estas personas corren un gran riesgo si contraen COVID-19», advierte la investigadora.
Los investigadores examinaron toda la investigación previa disponible que se centró en el efecto de las mascarillas faciales en las respuestas tanto fisiológicas como perceptivas al ejercicio.
Los datos cubrieron una variedad de factores relevantes, incluido el «trabajo respiratorio» (energía gastada en cada inhalación y exhalación), gases en sangre arterial, efectos sobre el flujo sanguíneo muscular y la fatiga, el funcionamiento cardíaco y el flujo sanguíneo al cerebro.
De esta forma, los investigadores afirman que una persona sana no debería tener problemas para usar ningún tipo de mascarilla durante los entrenamientos de baja y alta intensidad.
“Usar una mascarilla facial puede resultar incómodo. Puede haber pequeños aumentos en la resistencia respiratoria. Puede volver a inhalar aire de CO2 más cálido y ligeramente enriquecido. Y si hace ejercicio, la mascarilla puede hacer que su cara se caliente y sude», afirma Hopkins.
Sin embargo, enfatiza que se trata de percepciones sensoriales. “No afectan la función cardiopulmonar en personas sanas. Entonces, si bien la disnea puede aumentar con una máscara, debe sopesar eso con el riesgo reducido de contraer COVID-19, sabiendo que la fisiología esencialmente no ha cambiado”, puntualiza.