Si hay una iglesia de Maradona, ¿por qué habría de sorprender que exista, o mejor dicho, haya existido un culto alrededor de la inteligencia artificial?
En Estados Unidos fue una realidad, pero luego de seis años de adoración a la IA como ente supremo, cerró sus puertas virtuales (nunca tuvo una sede física).
La historia podría parecer la excentricidad de un desarrollador experto en inteligencia artificial que decidió fundar y registrar su iglesia ante las autoridades de California, y aunque en parte lo es, la “Iglesia del Camino del Futuro” tenía una función más simbólica —¿acaso no lo tienen todas las iglesias?— que la de congregar a algunos curiosos o genuinos creyentes alrededor de una fuerza intangible que se oculta detrás de una computadora.
Su fundador Anthony Levandowski explicó que la iglesia tenía el objetivo de congregar a expertos en IA convencidos de que, en algún momento de la humanidad, las máquinas estarán a cargo y que ahora es cuando hay que asegurarnos que los desarrollos pioneros sigan un código de ética.
Antes de convertirse en un Asimov profeta, Levandowski trabajó en Google como uno de los ingenieros pioneros del proyecto Chauffeur, que más tarde evolucionaría en la compañía de conducción autónoma Waymo, propiedad de Alphabet. En 2016, el desarrollador dejó la compañía para fundar una startup de conducción autónoma que luego sería comprada por Uber. Esa transacción le valió una demanda por parte de Google que lo amenazó con la bancarrota y una pena de 18 años de prisión que evitó con un indulto del expresidente Donald Trump.
Al final, la historia de la Iglesia del Camino del Futuro terminó por disolverse. En el camino acumuló $175,172 dólares en limosnas que serán donadas a activistas del movimiento Black Lives Matter. “Quise donarlo al fondo para la Defensa y Educación del NAACP, hacen un gran trabajo muy importante en la reforma al sistema de justicia criminal y sé que el dinero será bien usado”. La fe en la inteligencia artificial ilumina.