Uno podría pensar que en ocasiones lo olvida, pero el Congreso de los Estados Unidos de cuando en cuando recuerda a Mark Zuckerberg que es un ser humano, y que debe someterse al imperio de la ley al igual que el resto de los mortales. ¿Por qué hemos arrancado así este artículo? Porque las autoridades parecen ser las únicas que, más o menos, pueden plantar cara al omnímodo poder de Facebook. Y así lo hicieron.
La comparecencia del fundador de Facebook fue un golpe con la realidad, posiblemente demasiado duro, para este genio que en ocasiones olvida qué es real y qué es virtual. Ajeno a todo tipo de graves controversias que todavía tenemos muy presentes, Facebook ha impulsado, sin solucionar realmente la crisis de privacidad de su plataforma, una criptomoneda con la que pretendía ampliar el alcance de sus tentáculos.
Sorpresa, incredulidad, suspicacia… Puedes poner aquí el calificativo que más se ajuste a tus sentimientos, pero lo cierto es que el hecho de que este gigante controle, de alguna forma, nuestra actividad económica ya comienza a ser preocupante.
El fin de la inocencia
Mark Zuckerberg refleja el prototipo de anti héroe, el listillo de clase con pocos amigos, carácter reservado y poca o nula empatía con su entorno, y este rol lo confirmó en su comparecencia.
Abiertamente incómodo ante la ducha de realidad a la que le sometieron los congresistas con preguntas a las que solo podía responder con un sí o un no -y el sí confirmaba que Facebook aceptaba las ‘fake news’ implícitamente en las campañas electorales-, uno tenía la sensación de ser testigo del fin de la inocencia del personaje.
Zuckerberg iba respondiendo a las preguntas a trompicones y con una aparente calma, pero quedaba claro que poco a poco iba perdiendo el control de la situación. No acostumbrado a salir de la manida zona de confort, la agresividad de la intervención de algunos de los políticos lo puso contra las cuerdas y pudimos ver a un todopoderoso Mark Zuckerberg pasando un verdadero mal trago. ¿Justificadamente? Parece que sí.
Hasta aquí hemos llegado
Como ya recogimos en este medio, Libra, la criptomoneda que, entre otras, cuenta con el patrocinio de Facebook, ha resultado ser la gota que ha colmado el vaso de la paciencia de las autoridades. No sabemos si es debido a la desconexión de Zuckerberg con el mundo real en el que vive o a su osadía, pero la potencial llegada de Libra al mercado podía desestabilizar todo el sistema financiero mundial.
La primera voz de alerta la dio la Unión Europea, un organismo que cerró de un portazo el acceso de esta criptomoneda en su territorio, lo que provocó las primeras y sonoras bajas entre las filas del consorcio.
Sus promotores corrieron a suavizar la operativa, garantizando que la moneda fluctuaría al mismo ritmo que las de los países en los que operaría, alejando los temores de especulación. Pero no ha sido suficiente. Los congresistas han disparado sin piedad y el CEO de Facebook se ha dedicado a responder a medias sin despejar las dudas planteadas de forma abierta y aceptando una triste evidencia en la red social: un anuncio político con información falsa únicamente sería marcado como potencialmente falso, pero no retirado.
En realidad, la comparecencia de Mark Zuckerberg no ha versado sobre Libra en sí, sino sobre las suspicacias que una moneda promovida por Facebook generaba en las autoridades.
Los congresistas han acorralado al CEO con una pregunta clara que no tenía una respuesta directa: “¿Comprueban la veracidad de los anuncios de políticos?”, ante los titubeos de Zuckerberg, la demoledora respuesta fue un no muy revestido de verborrea: “queremos que el usuario cree su propia idea política en base a lo que ve”. ¿Tal vez como el Brexit, Mark?