Antes de nada, es bueno decir algo con total honestidad: la antecesora de la Xbox Series X, la cuestionada Xbox One, fue un fracaso absoluto. Desde el momento en que fue concebida como un aparato multimedia que mezclaría videojuegos con acceso a televisión y contenido multimedia, la consola perdió la batalla frente a una Sony que con la PlayStation 4 no tuvo que esforzarse demasiado. La PS4 fue una consola tradicional, en la que si bien las capacidades multimedia estaban presentes –blu-ray, aplicaciones de video por streaming y más-, lo esencial siempre continuó siendo el poner un juego en la consola (o descargarlo en formato digital), lanzarlo y a jugar.
En 2013, el videojugador promedio esperaba exactamente eso de una consola: adquirir un juego para poder jugarlo. En 2021, las cosas han cambiado un poco y precisamente gracias al fracaso inicial de Xbox One, que obligó a la compañía a competir con Sony no en el campo donde los japoneses son muy fuertes, sino entregando a los usuarios algo que hasta entonces era utópico.
A seis meses del estreno de la nueva generación de consolas, la Xbox Series X (o Series S) es la plataforma más conveniente para el usuario promedio porque su propuesta hace que la relación entre el precio y la calidad/cantidad del contenido no tenga rival.
Xbox Series X: el valor agregado de una consola
¿Por qué se da este fenómeno en 2021? Porque mientras PlayStation 5 mantiene el modelo de la anterior generación y le da un envoltorio aún más premium, Xbox le ha mostrado al público que ya no es totalmente necesario pagar el precio completo de una superproducción para poder jugarlo en el primer día. El caso de Outriders es el más reciente y deja en el aire la sensación de que aquel título va a ser solo el primero de una larga lista de juegos third party que van a llegar a Game Pass en su estreno. Outriders es un juego que salió en PlayStation 5 y en Xbox Series X/S, pero mientras en la primera la única opción para jugarlo era comprarlo a $60 dólares, en Xbox el acceso estuvo asegurado desde el primer día para todos los usuarios de Game Pass.
Esto no quiere decir, bajo ningún prisma, que el enfoque de PlayStation sea incorrecto. Las grandes producciones exclusivas de Sony son inigualables y la compañía se ha encargado especialmente de que el nivel no caiga. Hacia el final del ciclo de PlayStation 4, juegos como Spider-Man (y su reciente pseudo secuela), Horizon Zero Dawn, Ghost of Tsushima, The Last of Us 2 o God of War demostraron que los estudios de Sony están muy afinados en cuanto a experiencias y producciones de alto nivel.
Sin embargo, los juegos de tal calibre no son los únicos que le dan valor a una plataforma. De la misma manera, crear esos juegos es un riesgo que pocas empresas pueden correr; Sony no puede darse el lujo que un título como Days Gone esté cinco años bajo desarrollo para que su número en Metacritic no pase de 70. Days Gone no es en absoluto un mal juego (sino todo lo contrario), pero este modelo de grandes producciones no puede sobrevivir sin críticas positivas y unánimes.
PlayStation 5 es una consola que se siente novedosa desde el control háptico hasta la interfaz. Xbox Series X, en cambio, es una plataforma muy continuista, cuyo control cambia muy poco y cuya interfaz de usuario es la misma de Xbox One. Y sin embargo, en estos seis meses desde que ambas se lanzaron, los usuarios de Xbox han tenido en Game Pass una experiencia mucho más rica, gracias un flujo constante de títulos que, de no ser por el servicio, probablemente nunca hubieran experimentado. Outriders es hasta ahora el caso más popular y resonante, pero en Game Pass hay una librería de juegos cuyo descubrimiento resulta refrescante y más todavía en un universo en el que buena parte del público parece haber asumido –para bien y para mal– que las palabras “exclusivo” y “PlayStation” son casi lo único que vale. ¿La realidad? Es otra.
Los números más fríos dicen que, a día de hoy, cada PlayStation 5 que se fabrica es vendida casi de inmediato. Desde ese punto de vista, la consola es un absoluto éxito. Y sin embargo, esto responde a una estrategia que va de la mano con la necesidad que tiene Sony de vender una consola para así posteriormente vender un juego a $60 o $70 dólares y mantener su negocio a flote. En cambio, Microsoft no parece tener la necesidad de vender realmente el hardware, por lo que su oferta llega en forma de servicio. Y aunque no se quiera comparar, es imposible no hacerlo: por el precio de un juego y un poco más, Xbox abre el acceso a más de una centena de títulos de todos los géneros, tamaños y estilos. ¿Cómo se puede argumentar contra eso desde el punto de vista de la conveniencia?
Acceso a un catálogo amplio versus exclusivas
Ciertamente, la nueva generación de consolas está recién comenzando y la pandemia ha postergado varios planes de juegos nuevos. En parte, esa es la explicación de que los títulos más rompedores o esperados no se muestren aún y el mejor ejemplo es Halo Infinite, que se retrasó por un año completo.
Sin embargo, y a diferencia de la generación pasada, la competencia va a estar mucho más nivelada. Sony sigue teniendo a estudios como Naughty Dog, Santa Monica o Sucker Punch, que aseguran un piso mínimo de (alta) calidad. Pero Xbox ahora tiene a todo el conglomerado de Bethesda, más un puñado de estudios que adquirió hace unos años y que poco a poco empezarán a mostrar lo que están haciendo. Y esos proyectos estarán disponibles en Game Pass desde el primer día, lo que hará que la discusión sobre el valor agregado y la conveniencia vuelva a resurgir. No por nada en Sony están evaluando alternativas para levantar un servicio similar, algo que parecía impensable cuando hace unos meses el mismo Jim Ryan lo había descartado.
Gracias al enfoque en Game Pass, Xbox se permite tomar más riesgos y ofrecer mayor diversidad a sus usuarios, lo que hasta ahora se ha traducido en una oferta más conveniente que su competencia directa. Xbox puede darse el lujo de asociarse con sus teóricos rivales si quiere -es cosa de tiempo para que algo grande haga con Nintendo-, porque Microsoft entiende que el valor agregado no pasa por un ecosistema cerrado, sino por abrirse a la mayor cantidad de público posible. Y no solo en cuanto a servicios o plataforma, sino también en cuanto a hardware: Xbox puede vender una consola como la Xbox Series S que, pese a sus especificaciones reducidas, es tan next gen como la Xbox Series X o la PS5.
Ahora bien, nada de esto significa que la PlayStation 5 es una plataforma poco interesante, pero en estricto rigor, lo que Sony ofrece es la promesa de un blockbuster como cimiento de su oferta y que solo se puede disfrutar si se paga el precio de entrada por completo. Y desde ese punto de vista, la propuesta de PlayStation llega limitada por defecto, al proponer una experiencia exclusiva en un mundo donde cada vez son menos relevantes las exclusivas; al vender un videojuego caro, en un mundo en el que el público ya sabe que no necesita pagar $60 dólares para poder jugar el siguiente Fallout o el próximo Forza Horizon el día en que se estrenen.
Y nadie podría decir que Fallout o Forza Horizon no están a la altura de las exclusivas de PlayStation.