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Inteligencia Artificial Fury Road: ¿tendremos conflictos por el acceso a la IA?

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Imagen utilizada con permiso del titular de los derechos de autor

El fundador de OpenAI, la empresa detrás de ChatGPT, Sam Altman, publicó un artículo en el que habla de una forma inspiradora, casi mesiánica, de cómo la inteligencia artificial llevará a la humanidad a una nueva era, justo como pasamos de la Edad de Piedra a la Agricultura o el avance industrial del siglo XX gracias a distintas mejoras tecnológicas (aquí resumimos los puntos más destacados de su artículo sobre la “Era de la Inteligencia”). Sin embargo, pese a su tono optimista, Altman realizó una advertencia que llamó mi atención: la falta de infraestructura necesaria para hacer de la inteligencia artificial una herramienta accesible podría desencadenar guerras.

Pero, ¿qué infraestructura? ¿y qué clase de guerras y entre quiénes?

Sam Altman
DTES

Aunque no elaboró demasiado, creo que Altman dio las pistas sobre a qué clase de conflictos se refiere. “Si queremos poner la inteligencia artificial en cuantas manos sea posible tenemos que abaratar los costos del cómputo y hacerlo abundante, lo que requiere de mucha energía y chips. Si no construimos suficiente infraestructura, la inteligencia artificial será un recurso limitado por el que se pelearán guerras, eso lo haría una herramienta primordialmente para la gente rica”, dijo en su artículo.

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Getty Images

La primera clave acá es, creo, la disponibilidad de los microchips. Hasta ahora no hemos visto conflictos armados por el control de la producción de microchips. No obstante, desde hace varios años China amenaza con tomar control de Taiwán, una invasión hipotética al país donde se fabrican los chips de Nvidia (hasta hace poco la empresa más valiosa del mundo), Qualcomm, MediaTek y más pondría en jaque a la industria de microchips. 

Estados Unidos se ha manifestado públicamente como defensor de Taiwán. Pensar en Estados Unidos y China en guerra por el dominio de la isla donde se produce uno de los insumos más valiosos de la actualidad —clave para la Era de la inteligencia— es una especulación bastante aventurada, pero basada en una posibilidad más o menos tangible según los hechos recientes.

Y ya hemos visto el impacto económico de la escasez de microchips en 2021, cuando la pandemia del COVID-19 alteró las cadenas de suministro a nivel mundial.

Olvídate de ChatGPT, la clave es el deep learning

Imagen generada por IA de Neuralink
Digital Trends Español

Donde sí creo que Altman fue absolutamente claro es que la tecnología mesiánica de la que habla es el deep learning y no la inteligencia artificial en forma abstracta. “La humanidad descubrió un algoritmo que realmente puede aprender cualquier distribución de datos (o más bien las “leyes” ocultas que produce cualquier distribución de información). Con una precisión sorprendente, mientras más poder de cómputo y datos tenga, mejor se volverá para ayudar a la gente a resolves problemas complejos”, dice Altman.

Seguro hay definiciones más completas y exactas (y también complejas), pero a grandes rasgos el deep learning es una serie de algoritmos que permite a un sistema tecnológico imitar la forma en la que razonamos, utilizando datos no estructurados (imagina todo el conocimiento que hay regado en internet) para “razonar”. Por eso sistemas como ChatGPT pueden responder concienzudamente cuál era el concepto de Dios en el siglo XIV, pero también arrojar algún bulo regado en internet. Bueno, la clave, dice Altman, es que el aprendizaje automatizado funciona. El punto acá es para qué funciona.

La clave, de nuevo, creo que está explícita en su texto: “Aunque creo que ocurrirá de forma incremental, triunfos sobresalientes como resolver la emergencia climática, establecer una colonia especial y el descubrimiento de toda la física será un lugar común”, dice Altman.

Dudo mucho que esa clase de tecnología, que sería algo así como contar con una serie de Albert Einsteins al servicio del progreso, vaya a estar al servicio de la gente común. Altman habla de una humanidad más próspera, pero creo que esa humanidad serán las élites empresariales y gubernamentales, como aquellas que pueden darse el lujo de destinar recursos millonarios a la exploración especial. Igual, el camino a esa prosperidad está acelerando el cambio climático rápidamente, así que cuando Altman habla de guerras por la disponibilidad de inteligencia artificial solo pienso en conflictos armados de gran escala para controlar las cadenas de suministro (como la disputa por Taiwán), o bien, operaciones de espionaje y ciberespionaje dignas de una novela de Tom Clancy para robar esos algoritmos y de la que, me temo, los ciudadanos de pie quizá ni nos vamos a enterar.

Y sí, tal vez algún día llegaremos a una ficción distópica como la de Terminator, pero ahora mismo creo que esas guerras de las que habla Altman serán conflictos geopolíticos, (ciber)espionaje y quizá hasta guerras comerciales.

Allan Vélez
Allan Vélez es un periodista mexicano especializado en tecnología. Inició su carrera en 2013 en La Revista Oficial de…
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Prácticamente llevo todo el año escuchando que la inteligencia artificial va a revolucionar todos los campos del quehacer humano. Soy un entusiasta de la tecnología, pero después de tantos años viendo avances tecnológicos sé que hay mucho de marketing en esta industria. Y no soy el único que lo cree así. Bueno, después de probar principalmente ChatGPT para escribir algunos artículos del tema y hallar que el chatbot de OpenAI es bastante bueno para practicar mi inglés, decidí probarlo junto con Copilot (el asistente de inteligencia artificial de Microsoft integrado a Windows 11) para ver qué tanto podían ayudarme estas herramientas en mi trabajo del día a día: es decir, escribir los artículos que lees aquí. Así que trabajé una semana entera usando IA y esto fue lo que pasó.
Caso 1: pedirle una imagen a Copilot
Empecé con lo que me pareció más sencillo, pedirle a Copilot que creara una ilustración de portada para la comparativa que hice entre YouTube Music y Spotify.

Copilot funciona igual que otros chatbots de IA, es casi un chat de WhatsApp en el que le pides a la inteligencia artificial que realice algo. Primero le pedí que creara una imagen para un artículo sobre las diferencias entre YouTube Music y Spotify. El primer resultado fue muy deficiente:

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Solo lo que se nombra existe. ¿Y quién nombra lo que existe? Para Luciana Benotti, académica en lingüística computacional de la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, es tan claro como sesgado. “Hombres blancos de 30 años que viven en la costa oeste de Estados Unidos”, dice a El País. De Silicon Valley, básicamente, donde se toman las decisiones en torno a los modelos amplios de lenguaje que dominan la conversación tecnológica, como el ChatGPT. El problema, dice esta académica que comenzó a programar cuando tenía seis años, es que la inteligencia artificial está pensando como una minoría, porque cuando se habla de plataformas como ChatGPT hay más que redes neuronales y lengua, todo un sistema de valores que puede caer en prejuicios discriminatorios o sexistas. Por eso, dice, lo mejor es que haya diversidad.

La urgencia, dice Benotti, es que al utilizar cúmulos de datos de internet se corre el riesgo de que repetir sesgos. “A menudo absorben prejuicios existentes. Esto puede llevar a resultados que refuercen estereotipos como ‘los mapuches son borrachos’ o  ‘las mujeres a la cocina’, dice la académica de Córdoba. “Hay mucho trabajo en nuestra área de investigación en reducir estos sesgos y alinear estos modelos desde una perspectiva de valores del norte global”, dice a El País.

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