La mayoría conoce a un Alfred Nobel que destacó en el ámbito de la química, y que estuvo vinculado con las reivindicaciones civiles y el ámbito pacifista.
Sin embargo, hay otra versión del inventor llena de reproches y fantasmas por estar detrás de uno de los inventos más destructivos.
Este genio sueco nació en 1883, en Estocolmo. Hablaba con fluidez varios idiomas, incursionó en la literatura y llegó a patentar 355 inventos, entre ellos la dinamita, un día como hoy, 26 de mayo, pero de 1868.
Alfred Nobel conoció en París a Ascanio Sobrero, químico italiano que descubrió la nitroglicerina. A partir de ese momento, el inventor comenzó la búsqueda del uso práctico de este compuesto orgánico en la construcción.
En particular, Nobel trabajaba para hallar solución a los problemas de seguridad vinculados a la utilización de este químico.
Y también descubrió que con la dinamita (explosivo a base de nitroglicerina) se podrían reducir los costos de construcción, más cuando se requería detonar rocas, como en la creación de canales y túneles.
Pero el desarrollo de este invento significó varias tragedias en la vida de Nobel, la más cercana fue la muerte de su hermano menor Emil y otras cuatro personas luego de una explosión en la fábrica de la familia donde se intentaba controlar la nitroglicerina.
Depresión
Décadas después, el uso de la dinamita ya se había masificado en los distintos conflictos bélicos, pues provocaba muchas pérdidas humanas.
Esto condujo al inventor a una severa depresión, una especie de reproche interminable por el uso que se le había dado a uno de sus inventos más importantes.
En este periodo, el sueco debió enfrentar varias enfermedades mentales, incluso fue internado en una institución especializada en este tipo de tratamientos.
Luego de su muerte en 1896, se dio a conocer el testamento del químico. En él se dejaba constancia de un aporte millonario: 406 millones de dólares, la mayor parte de su fortuna, se destinarían a la creación de premios que se entregaran a quienes “durante el año anterior hayan otorgado el mayor beneficio a la humanidad”.
Así nacieron los Premios Nobel, una clase de redención del inventor ante sus sentimientos de culpa.