En el Mes de la Herencia Hispana (del 15 de septiembre al 15 de octubre), Digital Trends en Español busca destacar a las personalidades latinas que se han sobresalido en distintos ámbitos.
Uno de estos campos es el cuidado medioambiental, donde el chileno Alex Muñoz realiza una importante y respetada labor.
El ambientalista nació en Santiago, en 1974. Hoy día es el director para Latinoamérica de la iniciativa Pristine Seas de National Geographic, que se preocupa por la conservación de los océanos en todo el planeta.
Conversamos con este abogado de la Universidad de Chile sobre el trabajo que realiza en Pristine Seas, su vocación ecológica y las mayores amenazas que enfrentan las costas latinoamericanas.
“La degradación de los océanos del mundo es uno de los problemas más graves que enfrenta hoy el planeta, y por supuesto Latinoamérica no es ajena a esta realidad”, afirma a modo de advertencia.
¿Cómo describirías tu trabajo como director para Latinoamérica de Pristine Seas?, ¿en qué consiste?
Pristine Seas es una iniciativa de National Geographic dedicada a la conservación del océano en todo el mundo. Combinamos expediciones científicas, documentales de gran factura, trabajo con comunidades locales y autoridades de gobierno como presidentes o ministros de Estado para que los ecosistemas marinos más importantes sean protegidos. Como director para América Latina de Pristine Seas mi trabajo consiste en liderar campañas y articular todas estas herramientas estratégicamente para lograr la creación de áreas marinas protegidas.
¿De dónde viene esta preocupación personal por el cuidado y respeto del medioambiente?
Desde muy joven quise luchar contra la injusticia. Eso es lo que me ha motivado toda la vida. Durante años, me dediqué a la defensa de los derechos humanos, ya que quería ayudar a las personas que vivían abusos. Mi primer trabajo fue defender a mujeres que sufrían violencia doméstica. Más adelante, una organización de conservación de los océanos llamada Oceana me ofreció integrar su equipo y me volqué al mundo de la conservación. No solo me enamoré del océano sino que encontré muchos elementos comunes entre los derechos humanos y el ambientalismo. Cuando hay un conflicto medioambiental tienes una parte poderosa y una parte más vulnerable que sufre las consecuencias. Por eso al trabajar por la protección de la naturaleza también es mi forma de ayudar a las comunidades que están sufriendo los impactos ambientales.
¿Cuáles son las principales amenazas que enfrentan las costas de Latinoamérica?
La degradación de los océanos del mundo es uno de los problemas más graves que enfrenta hoy el planeta, y por supuesto Latinoamérica no es ajena a esta realidad. Hemos depredado más de 90 por ciento de los grandes peces como tiburones y atunes. Dos tercios de las pesquerías están sobreexplotadas o incluso agotadas. La pesca de arrastre no solo destruye el hábitat de miles de especies sino que libera el dióxido de carbono capturado en el fondo marino. A eso se suman los impactos del cambio climático, que está volviendo más ácido al mar y aumenta su temperatura, lo que está alterando la distribución de las especies. Hay también industrias altamente destructivas de los ecosistemas marinos como la salmonicultura en la Patagonia chilena, las termoeléctricas a carbón en casi todos los países de la región y la gran minería que contamina severamente el ambiente.
¿Cómo crees que ha sido la actitud de los distintos países de la región frente al cambio climático?
El balance es mixto. Hay algunos países que se han tomado en serio la crisis ambiental global. Algunos han aumentado fuertemente sus áreas protegidas en tierra y mar, lo que ayuda a mitigar el cambio climático y permite una mejor adaptación de estos ecosistemas. También hay otros que están asumiendo compromisos importantes para bajar sus emisiones de CO2. Pero está por verse si cumplirán o no. Y también están los líderes negacionistas que están debilitando los esfuerzos globales por controlar el cambio climático de manera muy irresponsable. Queda mucho por hacer. Debemos reducir en la práctica, no solo en declaraciones, nuestras emisiones de gases de efecto invernadero de manera drástica, cerrar las termoeléctricas a carbón de aquí a 2030, seguir ampliando nuestras áreas protegidas en tierra y mar en las zonas más frágiles y críticas, especialmente en las zonas costeras, en los bosques y en todos los lugares silvestres que nos quedan.
Si tuvieras que elegir alguna “victoria” tuya o de tu trabajo en el ámbito de la defensa y preservación de los océanos, ¿cuál sería y por qué?
Hay distintas formas de verlo. He podido impulsar la creación de las siete reservas marinas completamente protegidas más grandes de Latinoamérica junto a gobiernos y comunidades locales. También lideré la campaña que convirtió a Chile en el primer país del mundo en proteger todos sus montes submarinos de la pesca de arrastre, la prohibición del aleteo de tiburones en Chile y la protección de vastas áreas de la Patagonia frente a las amenazas de la salmonicultura. Sin embargo, para mí el cómo es tan importante como el qué. Lo que más me importa es lograr generar confianza con actores que por lo general se encuentran en lados opuestos de la discusión, procurar que se escuchen entre sí y crear juntos una solución común. Tenemos que construir puentes para encontrar una solución a los grandes problemas que enfrenta el planeta.
¿Cómo imaginas el futuro de los océanos para nosotros los latinos?
La buena noticia es que el futuro depende de nosotros. Si tenemos o no un océano saludable es de exclusiva responsabilidad nuestra. Pero tenemos que tomar decisiones y cambiar nuestras conductas si queremos que esto ocurra. Debemos construir una mejor relación con la naturaleza y respetar sus límites. Espero que para 2030 tengamos al menos 30 por ciento del océano protegido, lo que ayudará a prevenir la extinción de miles de especies, mitigar el cambio climático y asegurar una fuente de alimento permanente para la población mundial.