La procrastinación es una actividad común en la vida de mucha gente y su impacto negativo no solo repercute en el ámbito personal. En las empresas puede limitar el crecimiento de varias maneras, ya que afecta la productividad y puede tener un impacto negativo en la reputación de la compañía.
Lo anterior no se trata de una negativa al trabajo, sino una manera de enfrentar emociones y estados de ánimo como ansiedad, frustración e incluso estrés.
“No existen cifras precisas sobre cuántos colaboradores tienden a procrastinar sus actividades, pero es más común de lo que suponemos; no se trata de un asunto relacionado con la flojera o la mala gestión del tiempo; sino un problema de emociones, donde se da prioridad a la reparación del estado de ánimo a corto plazo por encima de objetivos o acciones planeadas a un mayor tiempo”, explica Yunue Cárdenas, Coordinadora del HUB de psicología de Affor Health, empresa especializada en gestionar y mejorar la salud psicosocial de las personas en las organizaciones.
Agrega que, aunque en algunas ocasiones esta actividad se relaciona con pocas habilidades para administrar el tiempo, “en realidad se trata de problemas más profundos, ya que postergar tareas en sí no es un diagnóstico de salud mental, sin embargo, puede ser un rasgo característico de algunos problemas asociados al Trastorno por Déficit de Atención (TDAH), la depresión o la ansiedad”, explica Cárdenas.
Por ende, el acto de retrasar o postergar tareas en una empresa puede manifestarse de distintas maneras, que van desde posponer proyectos importantes hasta evitar la toma de decisiones cruciales.
Algunos efectos de la procrastinación que limitan el crecimiento de las empresas son:
● Pérdida de oportunidades. Cuando los colaboradores procrastinan la compañía puede verse limitada para expandirse, invertir en nuevas tecnologías o ejecutar nuevos proyectos.
● Ineficiencia operativa. La postergación de tareas o la realización apresurada de las mismas puede afectar en la calidad del producto o servicio y afectar negativamente la reputación de la compañía.
● Menos innovación. Cuando algunos colaboradores procrastinan, otros pueden sentirse desmotivados por falta de compromiso, que a su vez repercute en la innovación.
● Estrés y agotamiento. Un empleado que procrastina a menudo experimentan niveles más altos de estrés por el cúmulo de pendientes, lo cual puede llevar a una mayor rotación del personal que influye en el crecimiento de la empresa.
“Las razones por las que los colaboradores posponen sus tareas son diversas, depende de cada trabajador, por ello es importante recibir apoyo; la mayoría subestima la frecuencia de su procrastinación y la importancia de la autorregulación y disciplina para realizar tareas sin postergarlas”, explica Cárdenas.
Diversas estrategias para inhibir la procrastinación en las empresas:
● Establecer objetivos y prioridades claras con los equipos de trabajo, donde los líderes comuniquen de manera efectiva metas y plazos a fin de cumplir con estos objetivos.
● Cursos y capacitación para la debida gestión del tiempo, los talleres y las herramientas tecnológicas pueden ser útiles para mejorar la eficiencia y la organización.
● Fomentar una cultura de responsabilidad y autoconciencia, reconociendo los logros y brindando retroalimentación constructiva
● Brindar apoyo y flexibilidad, garantizando un equilibrio entre el trabajo y la vida personal a fin de reducir factores de estrés y agotamiento.
“Implementar estrategias contra la procrastinación no solo beneficia a la empresa sino también a los colaboradores, que experimentan menos estrés y mayor satisfacción en el trabajo cuando logran cumplir con sus tareas y responsabilidades de manera oportuna”, advierte la Coordinadora del HUB de psicología de Affor Health.