“La crisis se produce cuando lo viejo no acaba de morir y cuando lo nuevo no acaba de nacer”
Bertolt Brecht
Qué momento de cambio sopla con fuerza en el mundo y todo conducido por un jinete bastante oscuro llamado coronavirus. Una pandemia que no sólo tiene a la gente resguardada en sus hogares, sino que ha dejado de manifiesto la fragilidad del sistema social, económico e institucional.
Muchos economistas incluso se han aventurado a señalar que lo que ocurre con el COVID-19, por su magnitud en la industria es casi tan devastador como los efectos de la Segunda Guerra Mundial, dejando a países enteros en default y en tasas inflacionarias nunca antes vistas.
Y el mundo de la tecnología, quizás el principal soporte de las economías desarrolladas y uno de los campos más incipientes y descontrolados de consumo, ha visto como el sacudón de la enfermedad le ha dado con un golpe de nocaut casi tan o más fuerte que un cachetazo de Muhammad Ali.
Desde que el virus llegó a China las cadenas de producción de las principales compañías como Apple o Samsung por nombrar solo a dos, se vieron afectadas por el cierre de fábricas y de tiendas.
Y más entrado febrero, el panorama se ensombreció aún más dando la primera gran señal de alerta con la cancelación del Mobile World Congress 2020 de Barcelona. La GSMA se vio obligada a tomar la medida luego de que sus principales exponentes comenzaran a caer como moscas en la sopa por el pánico a las grandes concentraciones que significa una feria.
Esto por lo demás fue un golpe directo al mentón económico de la organización y la ciudad sede: pérdida de 492 millones de euros, 110,000 asistentes y más de 14.000 empleos temporales.
Pero lo que ocurrió en la ciudad Condal fue solo la primera pieza del dominó, porque de ahí en más el coronavirus tumbó el Salón del Automóvil de Ginebra, el E3, la conferencia de desarrolladores de Apple y Microsoft, los eventos de Google e incluso las presentaciones de Huawei en París del nuevo P40 Pro.
Parece sensato y de obligación cívica y de sanidad, ya que las autoridades partiendo por la OMS han recalcado que la única forma de detener la pandemia es aislándose, para bajar las curvas de contagio.
Eso ha hecho que se cierren las fronteras, que se cancelen todas las reuniones de más de 50 personas, y que se cierren centros comerciales, cines y más.
¿Es esta la oportunidad para de una vez por todas terminar con los grandes eventos y concentraciones masivas de gente para un anuncio de un celular nuevo o de nuevas funcionalidades de software que solo duran un par de horas y movilizan masa contaminante a destajo?
Sin duda, que saltan a la vista inmediatamente los contra: Las pérdidas millonarias por orden de reservas aéreas, de hoteles y de turismo para las ciudades sedes, sin contar con la gran cantidad de empleos temporales que se destruirían y por supuesto los beneficios monetarios de publicidad por doquier y periodistas de todo el mundo llegando en streaming por diferentes canales a la vez.
Pero también es momento de repensar un poco estas mega presentaciones. Toda empresa tecnológica que se precie de tal debería estar al tanto de los beneficios de la virtualidad en casos así.
Costos más bajos, menos emisión de huella de carbono, alcance global garantizado igual.
Sabemos que el espectáculo necesita un lugar donde se puedan reunir los fans, los profesionales de la industria a tejer redes y los periodistas. Por eso mi propuesta es más sencilla: Hagamos un mega evento mundial, una vez al año o a los sumo dos, con sedes que se vayan rotando para maximizar ganancias turísticas, y donde todos los actores de la fauna tech muestren sus avances en vivo y en directo.
Una especie de bienal de tecnología, una Copa del mundo de dispositivos, unos premios Oscar de la innovación. Un gran show donde brille todo lo nuevo.
¿Para qué saturar todos los meses? Baja el negocio si no estás en una sede física todo el tiempo? Puedes seguir sacando todos los productos que quieras sin necesidad de juntar a todo el mundo cada dos meses y llevas todo tu arsenal a un solo lugar una vez al año.
Nunca antes una crisis global es más una oportunidad para repensar nuestras estructuras, todavía añejas, en una paradoja de una industria que se dice digital.