Charles Darwin no se equivocó. Su teoría de la evolución por selección natural, simplificada en aquella frase de “la supervivencia del más fuerte” acaba de ser revalidada por un equipo de genetistas del Instituto Pasteur de París, que reportó evidencia de cómo una enfermedad de proporciones pandémicas como la tuberculosis moldeó la evolución de nuestros genes hasta hacernos más resistentes a la enfermedad.
El estudio, publicado en la revista American Journal of Human Genetics, da cuenta de la revisión de genes humanos de hasta 30,000 años de antigüedad. Los expertos rastreaban la presencia de una variante genética identificada como P1104A, conocida por provocar una mayor susceptibilidad a la tuberculosis.
A través de métodos estadísticos, los expertos encontraron que la variante genética redujo drásticamente su prevalencia hace unos 2,000 años, en la llamada Edad de Bronce. Gaspard Kerner, uno de los autores del estudio, sugiere que la caída estaría relacionada a una evolución genética para protegerse de la tuberculosis.
En una comparación con datos más actuales, encontraron que la prevalencia de la variante P1104A pasó de 10 por ciento hace dos milenios a 2.9 puntos porcentuales en la actualidad. La clave en este cambio, sugiere el experto, habría sido la reproducción de aquellos humanos que no tenían la variante y la muerte de los que sí la tenían.
El resultado del estudio podría arrojar optimismo sobre la pandemia de COVID-19, que ya ha cobrado la vida de 2.5 millones de personas en todo el mundo, sin embargo, los expertos aclaran que la enseñanza de la investigación parisina es más bien otra, pues la mayoría de las muertes por el coronavirus corresponden a personas mayores que muy probablemente se reprodujeron.
La investigación del Instituto Pasteur más bien proporciona un punto de partida para la identificación de variantes genéticas que nos hacen más o menos propensos a una enfermedad. “Siempre será muy importante saber cuáles son los genes que nos hacen más propensos a enfermar”, sentencia.