El 25 de agosto de 2012, la sonda Voyager 1 consiguió un logro histórico: dejó atrás la heliopausa y se convirtió en la primera en alcanzar el espacio interestelar.
Se encontraba a 19,000 millones de kilómetros del Sol y había superado las expectativas de los ingenieros que la fabricaron y vieron esperanzados cómo despegaba desde Cabo Cañaveral el 5 de septiembre de 1977 (un día como hoy, hace 46 años).
Hoy día, esta sonda de la NASA sigue operativa. Fue diseñada para estudiar los límites del sistema solar, incluyendo el cinturón de Kuiper. Pero también tiene otra misión: intentar contactar con alguna civilización extraterrestre.
¿Hay alguien ahí?
Para este fin, tanto la Voyager 1 como la Voyager 2 viajan con discos dorados, conocidos como Golden Records, que portan un conjunto de imágenes y sonidos característicos de la Tierra.
La idea es que esto sirva como una especie de carta de presentación en el caso de que la sonda sea interceptada por alienígenas. Para esto se utilizó un disco de cobre cubierto de oro. En una de sus caras grabaron 117 fotografías de la vida cotidiana de nuestro planeta y saludos en 54 idiomas.
También se añadieron 90 minutos de música de célebres compositores, como Bach, Mozart, Beethoven y Louis Armstrong, entre otros.
En una de las portadas se incluyeron las instrucciones para oír las grabaciones. Así, para indicar las revoluciones que deberían utilizarse para la reproducción, se empleó una unidad relacionada con la transición fundamental del hidrógeno, que es el elemento más abundante del universo.
La Voyager 1 es el objeto creado por el hombre que más se ha alejado de la Tierra, por lo mismo, los científicos creen que es la nave espacial humana que más posibilidades tiene de encontrarse con una civilización ajena a nuestro planeta.
El problema
El único inconveniente que plantean algunos investigadores tiene que ver con la posibilidad de que los mensajes que llevan los discos y las cápsulas sean malinterpretados por los alienígenas, ¿qué pasaría en ese caso?
Según los investigadores, el antropocentrismo que se refleja en los discos podría hacer que el mensaje sea confuso para una civilización extraterrestre, que podría pensar que los humanos amamos discutir y que nos gusta dialogar en una jerga incomprensible.
“Los discos de oro de las Voyager son una bonita representación de cómo los humanos quieren verse a sí mismos, pero están diseñados para ser recibidos e interpretados por algo que tiene las capacidades sensoriales de un humano medio”, señala Rebecca Orchard, de la Universidad de Ohio.