Los sostenidos esfuerzos que están desplegando los actores de la industria automotriz en su objetivo por aumentar la producción de vehículos eléctricos e híbridos están generando consecuencias. Una de ellas es el incremento en la demanda de producción de baterías, situación que ha originado dificultades para los fabricantes de automóviles de países como Alemania.
El problema radica en que ninguna de las compañías germanas desarrolla ni construye sus propias celdas de batería, situación que les obliga a depender de terceros, principalmente de proveedores con sede en Asia. El escenario luce complejo, considerando que la labor en tal sentido de las firmas automotrices no está siendo bien valorada por la administración de Angela Merkel.
Según The Verge, ninguno de los fabricantes de automóviles y proveedores de partes alemanes se prepararon para el auge de los vehículos eléctricos e híbridos, razón por la cual hoy se encuentran de manos atadas.
Por el contrario, estas firmas han preferido confiar en la producción de baterías de China, Japón y Corea del Sur, una estrategia calificada como preocupante por Berlín, que teme que esta situación pueda acarrear negativos efectos en la principal potencia de la zona euro.
De acuerdo a la versión del medio estadounidense especializado en tecnología, el gobierno de la canciller Merkel presionó abiertamente a los fabricantes de automóviles locales y expresó su incomodidad por la forma en que estos –que representan el principal sector comercial para la economía del país- depositaron su confianza en socios asiáticos para la provisión de sus baterías.
A la autoridad federal no le gusta nada ver que su industria más importante dependa de proveedores extranjeros, especialmente porque ni siquiera son socios europeos. Por esa misma razón es que algunos de los fabricantes de automóviles alemanes ya han tenido complicaciones con la negociación de contratos públicos.
Hasta 2015, Daimler, la empresa matriz de Mercedes-Benz, tenía una fábrica de baterías en el estado de Sajonia, en la zona centro-este del país. El objetivo de dicha instalación era adjudicarse contratos de sus compatriotas rivales, para posteriormente construir el negocio juntos y hacerlo rentable. Sin embargo, el proyecto fracasó porque ninguno de los constructores locales tenía en ese momento vehículos eléctricos o híbridos disponibles para la venta al público.
Esta curiosa situación aparentemente tuvo un efecto dominó, que trajo consigo que otros proveedores y compañías, entre ellas Bosch y Continental, también se retractaran de iniciar cualquier plan para producir baterías. Es precisamente esa falta de confianza en el modelo comercial la que tiene a toda la industria automotriz alemana sumida en la incertidumbre de ingresar al negocio de la producción de celdas de baterías. De momento, existen muchos reparos ante los altos costos asociados que implica la construcción de las instalaciones, así como la propia producción de las baterías y el desarrollo de la tecnología asociada.
Fue producto de ese análisis que tanto los fabricantes como los proveedores de partes y piezas germanos han evitado ingresar al rubro y terminaron condicionados por sus socios chinos, japoneses y surcoreanos.
La decisión también responde a la mayor experiencia que tienen las empresas orientales en lo que concierne al desarrollo de la tecnología del negocio de células de iones de litio, en la que han mostrado un claro nivel de superioridad con respecto a sus pares de otros continentes. En tal sentido, es probable que las compañías asiáticas favorezcan a los fabricantes de automóviles locales a los que están asociados, otorgándoles la ventaja en vehículos eléctricos e híbridos.
Pese a las distintas aristas que ofrece el tema, lo cierto es que la creciente demanda de vehículos eléctricos e híbridos promoverá sí o sí el aumento en la producción por parte de los fabricantes alemanes, ante lo cual los analistas aseguran que la necesidad de estas empresas por instalar su propia producción de baterías irá aumentando irremediablemente con el correr del tiempo.