El 6 de agosto de 1945, Estados Unidos lanzaba la bomba atómica sobre Hiroshima, Japón. Aquella tragedia tuvo un antecedente igual de relevante, pero no tan funesto. Ocurrió apenas días antes, el 16 de julio de 1945, cuando la prueba Trinity se convirtió en un completo éxito.
Detrás de este ensayo estaba Julius Robert Oppenheimer, conocido como el padre de la bomba atómica. Este físico nació el 22 de abril de 1904, un día como hoy hace 120 años.
Testigos presenciales de aquel ensayo señalaron que la reacción de Oppenheimer durante la prueba fue de alivio y satisfacción al exclamar: “It worked!” (ha funcionado).
Once días después del bombardeo de Hiroshima, el mismo físico expresó por escrito su deseo de que las armas nucleares fueran prohibidas.
Dos meses más tarde, le señaló al presidente Harry S. Truman que sentía que tenía las manos manchadas con sangre.
Esta puede ser considerada la única ocasión en que Oppenheimer mostraba algo parecido al arrepentimiento. De hecho, en sus últimos años, el físico llegó a señalar que, de poder regresar en el tiempo, haría todo exactamente igual y que no se reprochaba el haber contribuido al éxito de la bomba.
El destructor de mundos
Oppenheimer falleció el 18 de febrero de 1967 víctima de un agresivo cáncer de garganta. Dos años antes, la BBC emitió el documental The Decision to Drop the Bomb, donde analizaba el instante histórico en el que se decidió arrojar la bomba sobre Hiroshima.
Aquel registro incluía una frase célebre del físico, sacada del texto sagrado hindú Bhagavad-gītā, y con la cual intentaba explicar su participación en los ensayos dos décadas antes: “Ahora me he convertido en la Muerte, el destructor de mundos”, señaló el físico en aquella ocasión.
De esta forma, en su última etapa, el llamado padre de la bomba atómica se acercó a las religiones y filosofías orientales como una especie de ayuda para lidiar con lo que había hecho, lo que no significa que se haya arrepentido.
Al final, su contribución al desarrollo de la bomba marcaría la carrera de este físico. De hecho, poco se le conoce por sus logros en el campo de la física teórica, como sus principios sobre mecánica cuántica, sus teorías sobre los agujeros negros o la teoría cuántica de campos.