El código de barras es de aquellas tecnologías que no meten ruido, pero cuando no están, se notan. Con 68 años a cuestas, este sistema de codificación sigue revolucionando a industrias clave, como la logística o las ventas minoristas.
Un 7 de octubre de 1952 los ingenieros Norman Joseph Woodland y Bernard Silver recibieron la patente que los acreditó como inventores de un aparato y método de clasificación. Oficialmente ese día quedó registrado como la creación de la tecnología. Sin embargo, sus orígenes se remontan algunos años antes.
Y un 26 de junio de 1974 se realizaba la primera compra en el comercio con esta tecnología.
El código Morse y los dedos en la arena
Cuatro años antes, Silver había escuchado que un ejecutivo de un supermercado buscaba una tecnología que permitiera capturar la información de los productos de forma automática al momento de pagar.
Silver comentó esta idea con Woodland. Ambos habían sido compañero en el Instituto de Tecnología de Drexel (hoy Universidad de Drexel).
Woodland creyó que podía dar con la solución. Sentado en una silla de playa, comenzó a escribir el código Morse. De un momento, las líneas horizontales se transformaron en gruesos bloques y los puntos, en delgados trazos.
«Metí mis cuatro dedos en la arena y por alguna razón, no lo sabía, tiré de mi mano hacia mí y dibujé cuatro líneas. Dije: ‘¡Caramba! Ahora tengo cuatro líneas, y podrían ser líneas anchas y líneas estrechas en lugar de puntos y guiones’”, relató a la revista Smithsonian.
Del código de barras al Código Universal
Desde que Woodland y Silver recibieron la patente en 1952 pasaron 23 años para que IBM implementara el Código Universal de Producto (UPC), una forma más avanzada de código de barras y que se asemeja más a la que vemos en la mayoría de los productos actualmente.
El desarrollo del UPC, a cargo del ingeniero George Laurer, involucró tanto a productores como vendedores, que debieron consensuar una fórmula que dejara a ambas partes satisfechas.
En junio de 1974, en el supermercado Marsh de Troy, Ohio, un paquete de chicles de marca Wrigley se transformó en el primer producto en de la historia en ser escaneado con el código de barras.
De ahí en más, todo sería avances: permitió automatizar procesos de inventario que en el pasado eran manuales, se tradujo en una reducción de costos para el retail, facilitó la confección y lectura de bases de datos, entre otras ventajas.
En la actualidad, ayuda a rastrear e identificar productos minoristas, materiales de fabricación, entradas para eventos, productos químicos, información para pacientes de hospitales, entre otros.
Claro que también se ha transformado como símbolo de cultura y contracultura. Artistas y diseñadores lo han convertido en fuente de inspiración, pero también se ha transformado como una imagen icónica del capitalismo.