Hace diez años, Nathan Copeland tuvo un accidente que lo dejó paralizado. Ahora, gracias a un equipo de investigadores de la Universidad de Pittsburg, este joven puede controlar un brazo robótico y hasta sentir la presión aplicada a una mano artificial.
Pero lo más remarcable es que puede controlarlo todo con su cerebro. Este logro marca un alcance revolucionario para el futuro del campo prostético.
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El objetivo era crear un sistema de comunicación entre el cerebro y la computadora que pueda realizar la conexión en ambas direcciones; es decir, del cerebro a la máquina y de la máquina al cerebro. Esta retroalimentación es esencial para maniobrar y agarrar objetos, puesto que generalmente interactuamos con cosas de diferentes tamaños, formas y pesos. Por ejemplo, no se puede agarrar una pluma de la misma manera que una piedra.
Para crear esa conexión, los científicos implantaron electrodos en la corteza sensorial del cerebro, en la región generalmente asociada con los comandos para mover las manos. Una vez implementados, se aplicó presión a la mano robótica, y se pidió a Nathan, quien tenía los ojos cubiertos, que dijera si sentía algo.
«Puedo sentir casi todos mis dedos… ¡es una sensación muy extraña!» -dijo Nathan después de la cirugía. «Algunas veces se siente como un toque eléctrico y otras como presión, pero la mayoría de las veces puedo sentir los dedos independientemente con precisión. Se siente como si alguien me estuviera jalando o apretando la mano.»
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Solo hace cuatro años, la Universidad de Pittsburg logró otro avance similar. Científicos construyeron un sistema que permitió que un paciente cuadripléjico pudiera alimentarse a sí mismo usando un brazo robótico. Este nuevo estudio publicado en Science Translational Medicine lleva esa investigación un paso más adelante.
«El resultado más importante de este estudio es que la microestimulación de la corteza sensorial puede producir una sensación natural, en vez de solamente un cosquilleo» -dijo el doctor Andrew Shwartz, coautor del estudio y miembro del Instituto para el Cerebro de la Universidad de Pittsburg. «Esta técnica ha demostrado ser segura, y las sensaciones han permanecido estables por meses.»
Todavía hay una gran cantidad de investigaciones que necesitan ser llevadas a cabo para entender mejor los patrones necesarios, pero poco a poco, la comunidad científica está ayudando a pacientes como Nathan a tener la esperanza de mejores condiciones de vida.