En 2011 la aplicación de mensajería china WeChat incorporó por primera vez algo que llamó correos de voz, una forma de mandar audios a tus contactos, algo que dos años después llegó a WhatsApp y en 2014 arribó a iMessages de Apple.
Según una interesante recopilación de The Atlantic, «los mensajes de voz se han vuelto increíblemente populares. Según una encuesta de 2023 para Vox, alrededor de un tercio de los estadounidenses los usa al menos semanalmente. En 2022, WhatsApp informó que sus usuarios enviaron un promedio diario de 7 mil millones de notas de voz. Meses después, The Wall Street Journal declaró 2022 «El año del mensaje de voz«. Los devotos ahora pueden usarlos para comunicarse profesionalmente en Slack y Microsoft Teams».
Una de las principales razones para usar los mensajes de voz en WhatsApp tiene que ver con optimizar el tiempo, procesar mensajes más profundos o elaborados o simplemente sustituir la ya tan en retirada llamada telefónica.
En ABC de España, Anna Flores, coach experta en PNL (Programación Neurolingüística), habló del fenómeno de los audios, «evidencia que cada vez somos más individualistas y que nos centramos más en nuestro mensaje y lo que queremos transmitir, cuándo y cómo queramos, que en realmente escuchar a la otra persona de forma directa, atenta y consciente…nos hemos convertido en una sociedad que prefiere hablar por audios que llamarnos y hablar directamente».
Incluso hay quienes tildan de egoístas a quienes los mandan, ya que detrás habría una pulsión egocéntrica que no piensa en el receptor y en su tiempo y si desea escuchar algo.
¿Los amas o los odias?
Otro acercamiento al fenómeno de los mensajes de voz en WhatsApp los dio en una entrevista con el medio argentino TN, Gerald Lembke, profesor alemán de Economía y Gestión de los Medios de Comunicación, quien habló del acto unidireccional que significa mandar un audio, ya que no estaría pensada para la interacción.
“Los usuarios dicen que les gusta enviar mensajes de voz, pero no les gusta escucharlos. ¿Por qué? Grabar algo rápidamente mientras se hace otra cosa, de pie en la caja del supermercado o sentado en el coche, es muy fácil, pero escuchar un mensaje de voz requiere una acción”, comentó el académico.
Una de las grandes premisas a ese respecto o máxima sería: si puedes mandar algo por escrito, prefiere ese camino y no mandes el mensaje de voz.
Escribir supone un ejercicio de condensación de las ideas, de resumen y permite al receptor la relectura en momentos más calmos.
El mensaje de voz obliga a la pausa, a tomarse el tiempo y sobre todo a la retención de información, que en los tiempos actuales demanda concentración y minutos, algo más valioso que el oro.
En mi caso personal, me gusta enviar mensajes de voz, pero sé que hay personas seleccionadas con las que puedo hacer eso: mi pareja, mi madre, mis amigos más cercanos, algún compañero de trabajo de confianza y sobre todo aquellos que alguna vez me los hayan contestado con el mismo entusiasmo o de más de 10 segundos.
Es necesario conocer el contexto en que podrías mandar el mensaje, claramente no sirve para urgencias ni para momentos de tensión.
Entiendo a los que odian a los mensajes de voz y evitan los audios, no los culpo y me parece razonable, para algunos es una pérdida de tiempo, es dar vueltas y rodeos sin ir al grano y es algo que se podría guardar para un encuentro en persona o una llamada telefónica.
He visto y he sentido cierto desprecio incluso por algunos inescrupulosos que reproducen a todo volumen en la calle o en el transporte público sus audios de WhatsApp, como si al resto nos interesara realmente su vida privada. Por eso quizás la primera gran recomendación cuando vayas a escuchar audios: colócate el celular en la oreja, por favor.
También está el aumento de velocidad, que distorsiona el mensaje, pero permite salir del trámite del audio recibido de manera más rápida.
En fin, ya sea que los ames o los odies, los mensajes de voz de WhatsApp llegaron hace 11 años para quedarse y posiblemente en algún momento te ayuden o te saquen de un apuro. Es una herramienta más, tómala o déjala, pero sin término medio.