Ya sea que den asco o simplemente la falta de costumbre, lo cierto es que los insectos no estaban en la dieta de los europeos, sin embargo, la UE aprobó este 24 de enero la venta de larvas de gusano en polvo, congeladas, en pasta y deshidratadas, y los grillos que pueden venderse en polvo parcialmente desgrasado.
El objetivo central es reducir la contaminación producida por los gases de efecto invernadero y frenar la extinción de especies.
En ese escenario, si los grillos fritos y las ensaladas de gusanos de la harina sustituyen a algunos filetes y hamburguesas, pueden desempeñar un pequeño papel para detener la muerte de especies y el cambio climático.
«Es un reto enorme hacer frente a la creciente demanda de productos ganaderos», afirma Tim Searchinger, director técnico del programa de alimentación del Instituto de Recursos Mundiales, una organización estadounidense de investigación medioambiental. «Prácticamente tenemos que buscar todas las vías de solución».
«Nadie se verá obligado a comer insectos», afirmó la Comisión Europea en un tuit la semana pasada. Aun así, la medida podría acelerar el cambio a dietas menos destructivas para el medio ambiente.
Entre el 35 y el 60 por ciento del peso seco de los insectos está constituido por proteínas. Los insectos son mejores que el ganado a la hora de transformar las calorías de su alimento en calorías en su cuerpo. Además, se reproducen con rapidez y ganan peso rápidamente.
«El asco se considera el mayor obstáculo para la introducción de insectos en el mercado alimentario occidental», escriben los autores. Las dietas occidentales incluyen otros alimentos asociados a la putrefacción, como el queso mohoso y los hongos. La investigación sobre si las barreras del asco pueden superarse está aún en sus primeras fases.