La tecnología inalámbrica, como el Wi-Fi y Bluetooth, nos ha facilitado la vida al eliminar cables y permitirnos conectarnos en cualquier parte. Sin embargo, cuando se trata de seguridad, las conexiones cableadas siguen teniendo una ventaja clave. Aunque la conectividad inalámbrica es conveniente, también implica riesgos que una conexión con cable puede evitar. Aquí te explicamos por qué.
1. Las conexiones cableadas no exponen señales al aire que puedan ser interceptadas
Las redes inalámbricas transmiten datos mediante ondas de radio que pueden extenderse más allá de las paredes de tu casa u oficina, lo que las hace vulnerables a ataques. Entre los más comunes están:
- Espionaje de datos: los hackers pueden interceptar información sensible, como contraseñas o datos bancarios.
- Ataques Man-in-the-Middle: un atacante se infiltra en la comunicación entre dispositivos para robar o modificar información.
- Puntos de acceso falsos: los ciberdelincuentes crean redes Wi-Fi falsas para engañar a los usuarios y robar sus credenciales.
En cambio, una conexión cableada transmite los datos directamente a través de un cable físico, sin exponerlos en el aire, lo que dificulta su interceptación.
2. Es más difícil hackear una conexión cableada
Para comprometer una red inalámbrica, basta con estar dentro del rango de la señal. En cambio, para acceder a una red cableada, un atacante necesitaría conectar un dispositivo directamente al router o a un punto de red físico, lo que impone varias barreras:
- Acceso restringido: sin presencia física en el lugar, no hay manera de conectarse.
- Uso de herramientas especializadas: intervenir una red cableada requiere equipo y conocimientos avanzados.
- Mayor riesgo de ser detectado: es más fácil notar a alguien conectando un cable que detectar un ataque inalámbrico invisible.
Estos factores hacen que los ataques a redes cableadas sean mucho menos comunes.
3. Los intentos de hackeo dejan evidencia física
En una red inalámbrica, un hacker puede infiltrarse sin dejar rastros visibles. En cambio, en una red cableada, cualquier intento de espionaje requiere la conexión de dispositivos físicos, lo que facilita su detección. Algunos métodos incluyen:
- Dispositivos de intercepción (network taps): pequeños aparatos que se conectan entre cables para capturar datos, pero pueden detectarse con una inspección.
- Periféricos alterados: como teclados o cables modificados para registrar información, que pueden identificarse con una revisión visual.
Mientras que en redes inalámbricas los ataques pueden pasar completamente desapercibidos, en redes cableadas siempre hay una evidencia tangible.
4. Las redes cableadas requieren menos configuraciones de seguridad
Proteger una red inalámbrica implica configurar correctamente varios parámetros, como:
- El cifrado adecuado: protocolos como WPA3 son seguros, pero versiones antiguas como WEP pueden ser vulnerables.
- Contraseñas seguras: muchos routers vienen con credenciales predeterminadas fáciles de explotar.
- Evitar redes abiertas: un Wi-Fi sin contraseña es una invitación para los atacantes.
En una red cableada, no hay señales expuestas ni configuraciones que puedan dejar vulnerabilidades abiertas, lo que simplifica la seguridad y reduce riesgos.
¿Significa esto que debes evitar lo inalámbrico?
No necesariamente. La tecnología inalámbrica es muy práctica y, si se configura correctamente, puede ser bastante segura. Sin embargo, si manejas información sensible o buscas la máxima seguridad, una conexión cableada es la mejor opción.
Lo ideal es combinar ambas tecnologías: usar redes cableadas para dispositivos críticos y Wi-Fi para mayor comodidad en móviles. Así, puedes aprovechar lo mejor de ambos mundos sin comprometer la seguridad.