Un estudio publicado en la revista GigaScience muestra cómo la salamandra ciega (Proteus anguinus) logra adaptarse al entorno acuático y oscuro en el que habita. Esta especie yace en las cuevas submarinas de Europa y cerca del año 1600 fue bautizada como “bebé dragón” por los lugareños.
Ahora, mediante tomografías computarizadas de rayos X, los científicos lograron generar reconstrucciones 3D del tejido blando en la cabeza de la salamandra, con lo que se pudo observar los cambios que han tenido lugar en el organismo del animal con el paso del tiempo.
Uno de los aspectos más relevantes que destacan los investigadores es la resistencia de esta especie. Al vivir en un ambiente subterráneo, una de sus principales adaptaciones ha sido su resistencia al hambre, lo que le permite sobrevivir hasta 10 años sin comer nada. El animal también tiene branquias y pulmones a diferencia de la mayoría de los anfibios.
“Accedimos a varias colecciones para cubrir etapas de desarrollo, desde larvas hasta ejemplares adultos. Por lo tanto, los datos se pueden utilizar para estudiar las diferencias de desarrollo y evolución entre las etapas. Además, hacer que los datos de la salamandra sean accesibles permite una comparación ejemplar entre salamandras pedomórficas que habitan en cuevas y superficie”, señala el estudio.
Los ancestros de esta especia habitaban en la superficie y tenían ojos, sin embargo, cuando comenzaron a vivir en cuevas sin luz, la presión selectiva para retener la visión desapareció. De esta manera, los órganos visuales de la salamandra se hicieron más pequeños e incompletos, por lo que el anfibio quedó ciego.
De cualquier manera, y como una herencia de sus antepasados, la visión se encuentra presente en las primeras etapas de vida de este ejemplar; la pérdida de esta capacidad ocurre desde la juventud hasta la edad adulta.