Existen muchas cataratas en todo el mundo, pero la más grande de todas está fuera del alcance de la vista del ser humano, porque, a diferencia de las más conocidas como las del Niágara o del Iguazú, se encuentra bajo el agua.
Esta gigantesca catarata está justo debajo del estrecho de Dinamarca que, pese a su nombre, en realidad está entre Islandia y Groenlandia, y conecta el mar de Groenlandia con el de Irminger. La catarata comienza a aproximadamente 600 metros de profundidad (2,000 pies) y se extiende por un total de 3.5 kilómetros (11,500 pies), mientras que su ancho alcanza los 160 kilómetros (100 millas).
La pregunta que viene inmediatamente después de conocer estos datos es casi obvia: ¿cómo es posible que exista una catarata submarina? En realidad todo se debe a las leyes de la física, ya que en el lugar donde se encuentra esta catarata confluyen dos corrientes de agua a diferente temperatura. Las aguas del mar de Groenlandia provienen del océano Ártico y son muy heladas, mientras que las del mar de Irminger, cuyo origen es el Atlántico, son más cálidas.
Estas diferentes temperaturas hacen que las dos corrientes tengan diversas densidades; en este caso, el agua más helada es más densa. Por tanto, y tal como explica la infografía de más arriba del National Ocean Service de Estados Unidos, el agua más helada forma una corriente que desciende por esta especie de pared submarina, creando así lo que se conoce como la cascada más grande del mundo por la que descienden cinco millones de metros cúbicos de agua por segundo.
A modo de comparación, las cataratas del Niágara llegan a los 168,000 metros cúbicos de agua por minuto. La diferencia, claro está, es que aquella catarata se puede ver a simple vista, no como la monstruosa catarata de los mares del norte que solo nos podemos imaginar.