Tuvieron que pasar 50 años para que los científicos volvieran a estudiar los efectos analgésicos del LSD, una droga que en los años ’60 y ’70 causó repercusión a nivel mundial, también en el área de la ciencia.
Recordadas son las investigaciones del médico Eric Kast, quien publicó decenas de artículos en que exploró el efecto del LSD en la percepción del dolor, principalmente, en pacientes con cáncer terminal.
Investigadores de la Universidad de Maastricht, Holanda, con la ayuda de la Fundación Beckley, dieron a conocer un nuevo estudio.
A diferencia del trabajo anterior de Kast, esta investigación se centró en microdosis de LSD en lugar de dosis más grandes y activamente psicodélicas.
El experimento arrojó como conclusión que pequeñas dosis no psicodélicas de esta droga podrían servir como un eficaz analgésico.
“Desde un punto de vista médico, la investigación controlada sobre la eficacia del LSD en el manejo del dolor debe centrarse en dosis bajas no alucinógenas, que son más manejables y, por lo tanto, preferibles al tratamiento con altas dosis”, explican los investigadores en su artículo publicado en la revista Journal of Psychopharmacology.
Se realizó un ensayo ciego con 24 sujetos sanos, cada uno de los cuales participó en cuatro sesiones experimentales separadas por al menos cinco días.
Se probaron en ellos tres microdosis diferentes de LSD (de cinco, 10 y 20 microgramos) junto con un placebo.
Durante cada sesión experimental, los sujetos debieron sumergir una mano en un tanque de agua a 3°C (37.4 °F).
La tolerancia al dolor se midió combinando la cantidad de tiempo que pudieron mantener la mano en el agua fría con una serie de calificaciones subjetivas con respecto al dolor.
Los investigadores describieron los resultados del estudio como “notables”, y el grupo de dosis de 20 µg reveló mejoras prolongadas en la tolerancia al dolor en comparación con las dosis más bajas y el placebo.
Además, concluyeron que el efecto analgésico del LSD sigue siendo prominente cinco horas después del tratamiento.
“El LSD de 20 µg aumentó significativamente la tolerancia al dolor (es decir, el tiempo de inmersión en el agua) en aproximadamente 20 por ciento, al tiempo que disminuyó los niveles subjetivos de dolor y el malestar experimentado”, detallaron.