El placer que provoca la música puede provocarnos escalofríos y, de paso, activar algunos de los circuitos de procesamiento de recompensas en el cerebro, tal como lo hacen otras formas “básicas” de placer, como la comida o el sexo.
Incluso escuchar música puede conducir a la liberación de dopamina, la hormona asociada con las experiencias placenteras.
Así lo asegura un estudio, publicado este martes en Frontiers in Neuroscience, y que fue realizado por la Universidad de Borgoña, Francia.
De acuerdo con Inverse, este nuevo estudio se basó en lecturas de electroencefalogramas, que miden la actividad eléctrica. La idea era observar cambios en la actividad eléctrica del cerebro que pudieran sustentar una relación entre la música y el placer.
Evaluaron a dieciocho personas, ocho de las cuales eran músicos aficionados. Los participantes eligieron cinco canciones que sabían que les producían escalofríos.
Los científicos también proporcionaron tres canciones neutrales para escuchar. Luego, los oyentes se sentaron, cerraron los ojos y escucharon la música a través de auriculares inalámbricos mientras los científicos monitoreaban su actividad cerebral.
Mientras escuchaban las canciones, los participantes sintieron escalofríos un promedio de 16.9 veces cada uno. Cada momento escalofriante duró 8.75 segundos.
Cuando escucharon canciones que les produjeron escalofríos, los científicos detectaron un aumento en las ondas theta en la corteza orbitofrontal. Esta área del cerebro está asociada con el procesamiento emocional.
Al mismo tiempo, el equipo encontró patrones de actividad en otras dos regiones del cerebro: el área motora suplementaria, una región del cerebro involucrada en el control motor, y el lóbulo temporal derecho, que participa en la interpretación de la comunicación no verbal, como la música.
Pero los expertos estiman que la música tiene una función que va más allá del simple placer. Creen que puede haber una razón evolutiva por la que la música nos hace “cosquillas” en el cerebro de manera similar (pero no idéntica) a otros placeres básicos.
“La implicación del sistema de recompensa y del sistema dopaminérgico en el procesamiento del placer musical, sugiere una función ancestral de la música”, asegura Thibault Chabin, autor principal del estudio.