No hace tanto de ello y todavía nos acordamos: la incisiva publicidad de Samsung situaba a los compradores del iPhone como seguidores compulsivos de una casi religión y, desde luego, como a la élite a derribar. Apple no podía criticar a Samsung por ello pues ellos mismos habían hecho lo propio con Microsoft en una hilarante campaña que quedará como recuerdo en los anales de la historia de la publicidad. Los coreanos han venido criticando al iPhone a lo largo de los años por un buen motivo: es el teléfono de referencia, el de la élite. Llegar a un café y colocar el iPhone sobre la mesa con el logotipo de la manzana mordida confiere a su propietario cierto status, y esto es fundamentalmente por una motivación económica: el iPhone ha sido históricamente un teléfono muy caro. Hasta ahora…
Y volvemos a hablar de Samsung porque poco a poco va viendo los resultados de un viraje de la marca hacia un segmento elitista y alejándose del look de Android barato que inevitablemente lucen algunos terminales de la plataforma.
Por resumirlo claramente antes de profundizar en el análisis, quien compre uno de los últimos modelos de gama alta de Samsung puede repetir la escena del café y el teléfono en la mesa y ser el más exclusivo del lugar. De pronto, es como si Apple fuera una marca popular y solo las clases más pudientes pudieran permitirse un Galaxy S20 Ultra o un Galaxy Flip.
La barrera de los $1,300 dólares
¿Qué está sucediendo exactamente? Samsung ha jugado fuerte en una apuesta muy delicada y con consecuencias que podrían ser inesperadas: subir el precio de su gama alta de teléfonos, por encima si cabe que los iPhone más caros. Si lo recuerdas bien, la escalada de precios en telefonía comenzó, por situarlo en el tiempo, con el iPhone X, un teléfono que superó los mil dólares. Por aquel entonces parecía una locura pagar lo mismo por una laptop que por un teléfono, pero Apple tenía un sólido argumento: este iPhone contaba con el revolucionario sistema de desbloqueo FaceID y estrenaba un diseño acristalado. Era la excusa perfecta para subir el precio. Y esto es exactamente lo que está haciendo Samsung ahora mismo, aunque en los últimos modelos el salto ha sido mucho más cualitativo.
El gran susto lo dieron los coreanos con el controvertido Galaxy Fold, un teléfono que se comercializa ni más ni menos que a $2,000 dólares, una cifra que ya resulta totalmente injustificable bajo ningún argumento. No obstante, Samsung, con ese precio, ha logrado un objetivo que podría estar persiguiendo: que el dispositivo sea tan elitista que sean muy pocos los que se lo puedan permitir, y al mismo tiempo, elevar la marca como fabricante de productos exclusivos. Poner sobre la mesa un Galaxy Fold son ya palabras mayores, y sí, lo que determina la exclusividad es, por desgracia, el precio.
Diseños transgresores
Pero… ¿es la exclusividad una cuestión meramente económica? En su mayor parte, sí, por un simple motivo: el dinero hace de filtro de quién puede permitirse un producto y quién no. No obstante, Samsung va más lejos porque apuesta al mismo tiempo por ofrecer algo diferente y esta es la parte que más daño le puede hacer a Apple: los compradores del iPhone llevan, desde su lanzamiento, utilizando un mismo diseño con muy pocas variaciones. Esto en realidad no es malo en sí, ya que los compradores de nuevos modelos no tienen curva de aprendizaje y esto ha motivado que Apple cuente con una de las tasas de fidelización más altas de la industria.
Samsung ha resuelto este dilema de otra manera: apuesta por la innovación y arriesga muchísimo, como hemos podido comprobar con el Galaxy Fold, un teléfono que arrastró a la marca al averno al haber salido al mercado en precario y provocar que el mismísimo CEO de la compañía tuviera que pedir disculpas abiertamente por los errores cometidos. Pero no han cesado en su empeño y, de hecho, Samsung ha apretado el paso presentando el Galaxy Z Flip que ya conoces y elevando el precio en el S20 Ultra más equipado que roza los $1,600 dólares y que mantiene un formato más conservador.
¿Hay un límite en el precio? La respuesta la tiene siempre el mercado y el rendimiento que un fabricante espere obtener de un producto. Así, el Galaxy Fold no es, desde luego, un producto de masas, ni parece que el margen unitario que obtenga Samsung sea muy alto (si es que existe), pero el rédito que recibe el fabricante en términos de innovación y el prestigio que obtiene de la misma. Lograr que una marca se vincule mentalmente a la vanguardia en tecnología no tiene precio, y Samsung parece dispuesta poner todo el dinero necesario sobre la mesa.