¿Los recuerdas? Si perteneces a la generación X (o antes), seguro que recordarás la gratificante sensación de dar por concluida una llamada cerrando la tapa del teléfono. Un clap y ahí terminaba todo. Ni botones virtuales, ni complicaciones, y mejor todavía, ni virus ni malware. Los conocidos flip phones -esa categoría glorificada por terminales como el Motorola Star Tac- fueron reyes durante un tiempo, y pese a la eclosión de los smartphones, nunca han dejado de estar ahí. En Japón siguen más vivos que nunca, y cuando ya estamos agotando 2019, este formato de teléfono está viviendo un resurgimiento que nos resulta simplemente arrebatador. El retorno del Motorola Razr, aún con funciones de smartphone, ha consolidado esta tendencia.
Un mercado de (mucho) nicho
Lo primero que hay que aclarar es que los teléfonos plegables se dirigen a un mercado de nicho, en el que sus compradores quieren volver a la sencillez de los teléfonos convencionales en los que el objeto del teléfono era simplemente hablar. En este sentido, la reedición del Razr no puede atribuirse a este segmento salvo por la composición de su chasis, puesto que en realidad se trata de un teléfono inteligente. Nosotros nos estamos refiriendo a los teléfonos ‘tontos’ que no cuentan con capacidades como los smartphone.
Y sus propietarios tampoco las quieren. ¿Estamos ante un grupo de eremitas asociales que no quieren saber nada de la tecnología? No exactamente, y entre los nutridos usuarios habituales de los flip phones nos encontramos al mismísimo Warren Buffet, que seguro que tiene cosas mejores que hacer que perder el tiempo en redes sociales y WhatsApp. Pero en cualquier caso, se trata de un mercado minoritario de gente que responde a uno de los perfiles que explicamos a continuación y pese a ello, bastante cuantioso: en 2016 se estima que se vendieron 510 millones de teléfonos con este formato.
Por qué comprar un flip phone
Si no estamos ante un perfil de usuario forzosamente anticuado ni extravagante ¿qué persiguen quienes compran los teléfonos plegables? Podríamos categorizarlos en los siguientes grupos:
Productividad
Aunque suene a paradoja, el poseedor de un teléfono ‘tonto’ plegable pierde muy poco el tiempo: atiende sus llamadas, responde a los SMS, pero ahí acaban sus obligaciones con el dispositivo. Si este asunto te parece menor, atento a este dato: dedicas una media de 35 días al año con la mirada perdida en la pantalla; sí, el mes de vacaciones (si lo disfrutas) lo dedicas a mirar la pantalla de tu sofisticado teléfono inteligente. Estamos seguros que Warren Buffet ha hecho sus cálculos y personalmente no le compensa un smartphone.
Seguridad
No hace falta extendernos mucho en este aspecto: un teléfono plegable, en términos generales, carece de una plataforma sobre la cual instalar aplicaciones y de hecho, ni siquiera es necesario que cuente con acceso a internet. Bajo esta premisa, el dispositivo se convierte inmediatamente en más seguro y difícil de hackear, y quienes quieran ciertas garantías en este terreno, sin duda que optarán por la sencillez de este formato para su teléfono de uso diario.
Imagen: estar a la moda
No, no nos hemos vuelto locos ni hemos abusado de estupefacientes: el flip phone se ha convertido en una clase de contra cultura de quienes no quieren ser esclavos del WhatsApp ni los correos electrónicos. Si lo piensas bien, una persona que no es esclava de la pantalla de su teléfono inteligente transmite, en cierto sentido, una sensación de libertad y de ‘haberlo conseguido’ de la que carecen los prisioneros de los planes de datos. The Outline no dudó en calificar los flip phones como el ‘fenómeno cultural’ de 2018 y este anuncio parece que se ha consolidado y va creciendo.
Economía
Para quienes gustan del sano hábito de controlar los gastos, los números que presenta el teléfono plegable son irrebatibles: uno de estos dispositivos rara vez supera los 100 euros y por descontado, te ahorras el plan de datos. Pese a las peculiaridades de cada mercado, nos atrevemos a calcular rápidamente que con la compra del dispositivo te estás ahorrando, de partida, no menos de 400-500 euros (si consideramos que vas a invertir un smartphone de gama media alta), y en lo que toca al plan de datos, podemos estimar unos 30 euros al mes, o lo que es lo mismo, unos 360 euros al año ¿Convencido?
Batería y durabilidad
Tampoco vamos a extendernos mucho aquí. Los que somos más mayores recordamos cómo cargábamos el Star Tac un par de veces a la semana a lo sumo, o cómo cuando aquella maravilla se escurría entre nuestros dedos y explotaba en mil pedazos, bastaba con recomponer todo y ahí no había pasado nada. Ni fundas, ni protectores de pantalla: esos teléfonos estaban pensados para durar y resistir, y quienes no quieran complicaciones en este terreno, siguen siendo una apuesta ganadora.
En conclusión, nos alegra mucho saber que este formato de teléfono no se haya ido nunca y que, de hecho, esté más vivo que nunca. No todo va a consistir en sacarse selfies ni la tirana vanidad de lucir nuestra mejor cara en redes sociales: hay mucha vida más allá y este simpático formato nos invita a reconciliarnos con ella. ¡Larga vida a los flip phones!