Puede que el título de esta nota suene algo exagerado, pero literalmente no lo es. Soy de esos fanáticos de la televisión, el cine, las series y el deporte en vivo (principalmente el fútbol y la NBA) que comenzó con el correr de los años a acumular un mal necesario de estos días: suscribirme a cuanta aplicación de streaming debutara.
Sin embargo, por circunstancias de la vida, y teniendo un capital de horas y horas de TV en mi trayectoria vital, hoy no veo absolutamente NADA.
Tengo Netflix, Amazon Prime Video, HBO Max, Star Plus, Disney Plus, Pluto TV, DirecTV, Zapping TV y en el pasado alcancé a tener por años TNT Sports.
Además fui consumidor por años de televisión por cable. Pero durante el último tiempo, algo pasó, un cortocircuito.
Les explicaré este viaje, porque por supuesto alguno se sentirá identificado, otros quizás lo ven lejano o muy raro, pero miren, es bastante sencillo.
El noviazgo parte con Netflix
Corría el año 2011, y Netflix anunciaba con bombos y platillos su llegada a Latinoamérica. Yo en Santiago de Chile decidí por supuesto suscribirme, qué mejor además que ver películas y series en la comodidad de mi nuevo hogar, inaugurando además la vida con mi pareja (hoy mi actual esposa y madre de mis dos hijos).
Un romance de idilio con la TV, porque Netflix ofrecía todo aquello que el cable ya no te daba: contenido sin corte y de calidad.
Luego las otras aplicaciones empezaron a llegar a mi existencia como soplos primaverales que te dejan una alergia permanente: Amazon Prime Video, llegó como el complemento del streaming creado por Red Haastings.
Pasaron varios años, y llegaron nuevos retoños a mi vida: HBO MAX, Disney Plus (por fin las series de Star Wars, el motivo inicial para suscribirme), y Star Plus para ver ESPN en vivo.
Todo iba perfecto…hasta que…
2019: el año que cambió todo
Acá en Chile, 2019 será recordado como el año de un fuerte estallido social, pero para mí significó el nacimiento de mi hija. Un momento único, irrepetible y que ha cambiado mi vida para siempre, trayendo felicidad y amor.
Pero claro, mis hábitos de consumo televisivo comenzaron a cambiar, no solo empecé a ver más noticias desde ese momento por el famoso estallido, sino que además el 2020 llegó el COVID, algo que veíamos lejano, pero que llegó para quedarse y atraparnos.
¿Oportunidad perfecta para ver mucha televisión?, sí en teoría, pero mis rutinas cambiaron por completo, tanto así que un canal nacional infantil era la pantalla dominante casi todo el día, eso sumado a listas interminables de Spotify de canciones para bebés.
Quería seguir viendo el vaso medio lleno, ahí pensé que Disney era la mejor inversión, sobre todo por esos largos meses sin The Mandalorian.
Fin de la pandemia, nace otro hijo y cambia la forma de ver TV
Me las arreglaba igual para ver casi todas las series que me proponía, y algunas películas de mi interés, pero en horarios en que el cuerpo te empieza a pasar la cuenta.
Tanto así que debutó otro método: si ver series en días distintos es normal (sin maratones, sino a la antigua), ver películas en varios días es patético, pero comenzó a transformarse en la única manera de terminar largometrajes.
Comenzó además otra obsesión estúpida, me turnaba semanas para ver cada streaming y sentir que estaba gastando bien la plata sin botarla.
Una semana veía solo Netflix, la siguiente Amazon y después HBO Max, y entremedio algún partido en Star Plus. Plata justificada.
También probé métodos ilegales como IPTV, pero confieso que nunca me adapté y lo terminé desechando, sobre todo porque me costaba reproducirlo en mi televisor ¿inteligente?.
Pero en 2022 pasó algo que sepultó mi relación con la televisión: nació mi segundo hijo y con su llegada llena de amor, llegó además el fin del control remoto.
Nunca más televisión durante el día, el celular comenzó a ser mi mejor amigo en los lugares más insólitos para ver una serie: el baño, mientras los niños se bañaban, o mientras les movía el coche.
Por supuesto, las madrugadas fueron compañeras ideales para dormirse literalmente miles de películas y los resúmenes de Youtube una buena forma de estar al día.
Hoy la medida más saludable es un día a la semana después del trabajo en que las «bendiciones» están en casa de sus abuelos, y mi señora está en otros menesteres, ahí en 3 horas trato de ponerme al día en todas las series y películas en deuda.
Por alguna razón sigo conservando casi todas mis cuentas de streaming, que por cierto hoy disfrutan más los dos infantes del hogar. En algún lugar de mi conciencia siento que podré seguir teniendo este romance con la TV, aunque sepa que nunca más será como en esos viejos buenos tiempos donde estaba encendida casi todo el día, aunque nadie la estuviera mirando.