Este año marca el aniversario 50 del primer lanzamiento de La naranja mecánica (A Clockwork Orange), la adaptación cinematográfica a cargo de Stanley Kubrick de la novela que escribió Anthony Burgess en 1962.
Tanto la película como la novela se centran en Alex DeLarge y su banda de “drugos”, que significa amigos en la jerga creada por Burgess llamada nadsat. Los drugos son cuatro jóvenes alborotadores que llenan de ultraviolencia las noches británicas de un futuro distópico no muy lejano.
Sin embargo, en una instancia arrestan a Alex y este se convierte en el conejillo de indias del estado, quien recibe un lavado de cerebro diseñado para hacer que se transforme en “alguien bueno”. Para ello, utilizan la técnica Ludovico, un tratamiento experimental que consiste en administrarles a los delincuentes una droga que los induce a tener nauseas al pensar en sexo o violencia.
Así, Alex se convierte en “la naranja mecánica”: orgánico por fuera, mecánico por dentro. De acuerdo con Burgess, esa frase, que es el título de su obra, hace referencia a una persona que “tiene la apariencia de un organismo encantador con color y jugo, pero que de hecho es solo un juguete de relojería que Dios o el Diablo o (dado que esto reemplaza cada vez más a ambos) el Estado Todopoderoso”.
Esta pieza cinematográfica dejó una marca tan grande en la sociedad que hasta hace poco todavía se veían los icónicos trajes blancos de los drugos en las fiestas de disfraces. También dejó como legado el lenguaje nadsat, que mezcla términos en inglés y en ruso, la curiosa decoración de interiores retrofuturista y la escalofriante banda sonora de la compositora estadounidense Wendy Carlos, entre otros.
La película incluye imágenes perturbadoras y violentas relacionadas a la delincuencia y las pandillas juveniles, además de integrar temas políticos y sociales, como los dilemas morales y el libre albedrío. Por esa razón, y a pesar de la popularidad que la película consiguió años después, no todo fue color de rosa cuando se estrenó.
Temeroso de su contenido gráfico, el Consejo Británico de Clasificación de Películas examinó la cinta en su totalidad en 1971, y rápidamente decidió que debería lanzarse sin cortes. Sin embargo, durante los años siguientes los británicos se enfrentaban por la película de Kubrick; algunos la elogiaban por su arte y relevancia social, y otros la condenaban por glorificar la violencia.
“Las aventuras de un joven cuyos principales intereses son las violaciones, la ultraviolencia y Beethoven”, así decía la descripción de la película en la parte superior del cartel de La naranja mecánica cuando se estrenó en los cines británicos, el 13 de enero de 1972.
La producción enloqueció tanto a los críticos como al público con su violencia altamente estilizada y su contenido gráfico. Roger Ebert de The New York Times la calificó como un “desastre ideológico”, mientras que Pauline Kael de The New Yorker la llamó “pornográfica”.
El rencor hacia la polémica película incluso provocó que los políticos intervinieran. Por ejemplo, el diputado laborista de Coventry West, Maurice Edelman, dijo en una entrevista que “cuando se publique La naranja mecánica se generará un ‘culto mecánico’ que magnificará la violencia adolescente”, según reporta Luxury London. Y así fue.
Mientras críticos y políticos debatían los significados y matices de la película, en las zonas suburbanas de Reino Unido surgieron relatos sobre crímenes terribles. En 1972, los periódicos se llenaban de historias sobre supuestas bandas de imitadores que, al igual que Alex y su pandilla, se rebelaban, asaltaban, violaban y armaban sus propios episodios de “ultraviolencia”.
Por su lado, Kubrick, mientras enfrentaba protestas afuera de la puerta de su casa en Reino Unido, dio una elegante respuesta al creciente aluvión de críticas en una entrevista con el crítico de cine Michel Ciment, publicada por primera vez en la revista de cine francesa Positif.
“Sé que hay personas bien intencionadas que creen sinceramente que el cine y la televisión contribuyen a la violencia, pero casi todos los estudios oficiales sobre esta cuestión han concluido que no hay evidencia que sustente este punto de vista”, dijo Kubrick.
“Al mismo tiempo, creo que los medios tienden a explotar el tema porque les permite exhibir y discutir las llamadas cosas dañinas desde una elevada posición de superioridad moral”, agregó el cineasta estadounidense.
Posteriormente llegó la prohibición de La naranja mecánica, pero en realidad no fueron las autoridades quienes cancelaron su presentación. A pesar de su sólida defensa sobre su película, fue el mismo Kubrick quien ordenó que esta se retirara de circulación en Reino Unido en 1973 (todavía se podía ver en cualquier otro lugar del mundo). De hecho, continuó rechazando cualquier proyección de la película hasta su muerte en 1999.
Para muchos, la decisión de Kubrick fue sabia, luego de que se diera a conocer la noticia de que una niña holandesa había sido violada por hombres que cantaban la canción “Singin’ in the Rain” al igual que Alex en la película.
En consecuencia, los jóvenes de las siguientes décadas desarrollaron todo un culto con relación al filme al tacharla de “la película que no podías ver”. Por otro lado, el hecho de que la prohibición de Kubrick tuviera efecto solo en Reino Unido hizo que cines de otras regiones, como los de Ámsterdam, generaran enormes ganancias al proyectar la película las 24 horas del día para los británicos más curiosos y que estaban dispuestos a viajar para verla.
Además, en la era de los VHS pirateados, las copias en blanco y negro en distintos tipos de calidades hicieron furor entre los jóvenes. Los videocasetes circulaban a escondidas entre los pasillos de las residencias universitarias y en los videoclubes, aunque en este último las copias se guardaban bajo el mostrador y no se encontraban en los estantes principales.
Finalmente, meses después de la muerte de Kubrick, Warner Brothers International anunció que, casi 27 años después de que Kubrick prohibiera la película en Reino Unido, la versión sin cortes de La naranja mecánica volvería a los cines británicos en marzo de 2000.
Las razones de Kubrick sobre la prohibición de la película son algo que se llevó a la tumba. Quizá pensó que los británicos no estaban preparados para una película con ese nivel de violencia y dilemas morales o que el filme sí incitaba a los jóvenes a delinquir, o simplemente no quiso tener problemas con las autoridades o las personas poderosas del país.
En los últimos años, su viuda, Christiane Kubrick, ha mencionado amenazas de muerte contra la familia cuando la controversia en torno a la película se intensificó en 1972. Y Julian Senior, quien fue vicepresidente de publicidad y anuncios de Warner Bros en Europa cuando se estrenó la película, afirmó en una entrevista a The Guardian que la policía les decía que deberían hacer algo al respecto, porque el asunto se estaba “volviendo peligroso”.
De cualquier manera, 50 años más tarde de su lanzamiento, al tratar temáticas que no pierden vigencia, la inquietante película sigue dando de qué hablar, además de generar emociones y cuestionamientos a quien sea que la vea.