Cuando mi editor me pidió escribir un artículo sobre cuál es mi celular favorito de todos los tiempos tuve que hacer un ejercicio de memoria. Tengo 36 años, lo que explica que mi primer celular haya sido un Nokia, y aunque sí tuve un 3320 —el clásico de clásicos—, el primero debió ser un Nokia 6110. Iba en la secundaria y fue una especie de herencia de mi padre, quien cada año cambiaba de celular por condiciones laborales.
Ese Nokia y su viborita fueron mi primer contacto con los celulares. Sobra decir que nada que ver con los smartphones que usamos en la actualidad.
Después tuve algunos Nokia con pantalla a color. Siempre quise un Sony Ericsson W300 o W600 por aquello de que reproducían música en MP3, pero en su lugar opté por un PSP, que hacía lo mismo, pero también podía jugar Pro Evolution Soccer. En ese entonces debí tener un Moto RAZR V3i y quizá un LG Chocolate. Ahora que lo pienso, es curioso que mi preferencia fueran los teléfonos compactos, aunque ahora que lo pienso, esa era la norma.
Después comencé a trabajar como reportero de tecnología de consumo. Comencé a reseñar celulares para Paréntesis. Era usuario de iPhone (el primero que tuve fue un iPhone 3GS), pero buena parte de los lectores usaban Android, así que tuve que familiarizarme con el que a la fecha es mi sistema operativo predilecto.
Creo que mi primera versión de Android fue Jelly Bean y debí probarla en algún LG. Recuerdo que lo primero que pensé de Android era que era horrible y que esa era una de las principales razones por las que iOS estaba a años luz de Android. Encima, cada celular Android era un mundo. Todo me parecía un lío.
Entonces conocí los Nexus.
El maravilloso Nexus 6
Los celulares Nexus eran los equivalentes a los Google Pixel. El hardware donde Google estrenaba la versión más reciente de Android y sin capas de personalización. Quiero hacer énfasis en que para ese año (2014) las capas de personalización no eran ni la sombra de lo que son hoy, eran más bien torpes. Por eso tener Android “puro” era un beneficio importante, y la única forma de tenerlo era a través de un Nexus.
Bueno, cuando estaba en Paréntesis, mi editora, Celia Solezzi, reseñó el Nexus. Después pedí el teléfono para familiarizarme con Android y escribir varias guías. Usé el Nexus 6 durante meses y así comenzó mi romance con Android. No ha parado.
Lo que hacía increíble al Nexus 6 era que estrenaba Android Lollipop. Recuerdo que lo primero que pensé era que Google había dado un salto cuántico en cuanto a diseño. Puede que ahora luzca antiguo, pero comparar Jelly Bean con Lollipop muestra lo mucho que cambió, y solo me estoy refiriendo al apartado gráfico.
En fin, recuerdo que Android Lollipop me pareció mucho más cercano a iOS, así que poco a poco fui dejando mi iPhone, que para ese entonces debió ser un iPhone 5s.
Ahora, ¿por qué digo que el Nexus 6 se volvió mi celular favorito? Primero, venía de utilizar un iPhone, que en términos de dimensiones era muy pequeño en comparación con el Nexus 6. La pantalla de mi iPhone 5s era de 4 pulgadas, mientras que el Nexus 6 tenía de 6 pulgadas. Recuerdo que una amiga, cuando lo vio, dijo algo así como “wow, un tabletófono”, un juego de palabras a que tenía un teléfono que parecía, más bien, una tableta. Sí, era enorme (incluso para los estándares actuales, creo que el Nexus 6 luciría grande), pero amaba su pantalla porque me permitía escribir en el teléfono. También estaba en mi época en la que ver Netflix en el teléfono me parecía una buena idea (ahora me parece terrible). Entonces, sin que haya sido precisamente el teléfono tecnológicamente más avanzado de su época, el Nexus 6 fue mi boleto de entrada a Android, a un Android que comencé a disfrutar.