Empecemos con lo básico: completamente abastecido, el SL63 está equipado con un motor V8 de 5.5 litros con un doble turbocompresor, el cual genera 550 caballos de fuerza y 590 libras-pie de torsión, cifras que son bastante impresionantes para un vehículo pensado para ir por las calles y carreteras legalmente. Una transmisión automática envía toda esta potencia a las ruedas traseras.
El V8 Supercar se basa en el Holden Commodore, y tiene (obvio) un motor V8 de 600 caballos de fuerza bajo el cofre. Sin embargo, es una máquina bastante pesada. Finalmente, el V8 de 2.4 litros del Red Bull RB8 bombea aproximadamente 750 caballos de fuerza. Es capaz de acelerar a 18,000 rpm, alcanzando rápidamente una velocidad superior a las 180 mph.
El Commodore aceleró desde la línea de meta 16.8 segundos después del SL63. El piloto de Fórmula 1 tuvo luz verde 23.9 segundos después del Commodore, por lo que comenzó a correr 40.7 segundos después del roadster AMG. Esa es una gran diferencia, sí, especialmente en una pista rápida como el Circuito de Grand Prix de Melbourne.
El SL63 parece ir bastante rápido cuando está solo en la pista. Cuando el Commodore entra en carrera, sin embargo, hace que el SL63 parezca un carro normal. La diferencia de potencia entre los dos no es enorme, pero el Commodore claramente tiene la ventaja gracias a las mejoras realizadas a la suspensión y los frenos, entre otros componentes. Ninguno de los dos tiene alguna oportunidad contra el RB8, que viene por detrás como un misil.
Al final, parece que el Commodore no alcanza al SL63, aunque sólo sea por una fracción de segundo. El RB8, en cambio, pasa a sus dos rivales en la recta final y se lleva la victoria. La carrera tiene algo de “competencia”, pero 40 segundos de ventaja es demasiado. Viene a demostrar, en el fondo, que no todos los carros que tengan un V8 bajo el cofre son iguales. La aerodinámica, el peso y el agarre juegan un papel importante a la hora de saber quién es el más veloz.