¿Es uno de tus sueños trabajar en Google? Posiblemente, la perspectiva de trabajar en una de las empresas tecnológicas más importantes del mundo te emocione. Así que resulta difícil entender por qué una persona que trabaja allí y que tiene un cargo importante prefiera renunciar y emprender un camino que a ojos de muchos podría parecer idealista e imposible de alcanzar.
Sin embargo, eso fue lo que Mo Gadwat decidió hacer a principios de este año. Gadwat era el director comercial del proyecto Google X, la división de Google que tiene a su cargo el proyecto Loon para llevar internet a regiones remotas, así como y su objetivo ahora es hacer mil millones de personas felices. Aquí te contaremos por qué el proyecto #OneBillionHappy no es para nada idealista y descabellado y puede de hecho llegar a ser crucial para nuestro futuro.
No, no se trata de una ONG que brinda servicios de ayuda social. Se trata realmente de hacer millones de personas felices con el objetivo de que los sistemas de inteligencia artificial sean algo seguro para nuestro futuro.
Gawdat inicia su video donde promociona la iniciativa diciendo: “Todo lo que hemos visto en la ciencia ficción es ahora un hecho científico”. Posiblemente muchas de las cosas que hoy en día consideramos que son ciencia ficción puedan ser una realidad cuando las personas que ahora son jóvenes sean abuelos.
Es decir que cosas como la inteligencia artificial, que ya está entre nosotros podría tornarse aún más desarrollada e inteligente que nosotros. Un caso claro de cosas que ya hacen mejor es ver mejor, oír mejor y razonar mejor. Esto se hace evidente con los carros autónomos, que a pesar de haber sufrido algunos tropiezos, son por lo general más seguros que un ser humano al volante.
Sin embargo, y ya que somos los seres humanos quienes construimos estos sistemas, estos pueden reflejar nuestra forma de ver las cosas y pueden también aprender. Las personas que han desarrollado sistemas de inteligencia artificial ponen las bases para que estos puedan aprender de su entorno. Es lo que llamamos “aprendizaje de máquinas”.
Un claro ejemplo del aprendizaje de máquinas fue aquella vez en que dos algoritmos de Facebook empezaron a comunicarse y crearon su propio idioma, el cual no entendían los programadores que los crearon. Los algoritmos fueron desconectados inmediatamente. Pero el aprendizaje de máquinas no depende únicamente de los algoritmos según indica Gawdat. Depende del entorno también.
Usualmente, sus creadores describen a estas máquinas como un “niño que aprende de su entorno”. Esto es algo que el creador de Sophia la robot mencionó múltiples veces durante nuestra entrevista con ella. Lo que Gawdat teme es que algún día la inteligencia de estas máquinas sean tan inteligentes que se salgan de nuestro control y juegue en contra nuestra, sobre todo por lo que registran en su entorno.
Tristemente, la historia de la humanidad está llena de tragedias e injusticias que no hablan por lo general muy bien de la humanidad. “Las máquinas pueden resolver todos los problemas a los que nos hemos enfrentado. O pueden decidir que nosotros somos el problema y deshacerse de nosotros”.
“La propia tecnología va a utilizar los conocimientos y valores que le comunicamos y aprenderán patrones”. Así que según Gawdat, si la humanidad resulta siendo en conjunto mal padre, entonces esto es lo que nuestro hijo (es decir la inteligencia artificial) terminará haciendo. Un buen ejemplo de que esto ya ha empezado a suceder es el hecho de que durante el 2017, un robot de inteligencia artificial de Microsoft llamado Tay, tuvo una cuenta de Twitter y al día siguiente ya estaba escribiendo tweets racistas. Tay tuvo que ser deshabilitada al día siguiente.
Gawdat afirma que la infelicidad es lo que genera disputas y peleas. Así que se propuso a hacer mil millones de personas felices. Si hay mil millones de personas felices, estas máquinas que serán más inteligentes que nosotros nos observarán e imitarán lo que ven.
Sí, estamos de acuerdo. Es un proyecto muy idealista. Hay muchos motivos por los cuales se genera la infelicidad pero posiblemente la posibilidad de no ser víctimas de nuestros propios inventos tecnológicos sea un incentivo suficiente para dejar de ser infelices.